Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

lunes, 29 de junio de 2015

Formosa

Un mapa poco conocido de la isla Hermosa, o Formosa para los portugueses, hoy Taiwán, trazado por Hernando de los Ríos Coronel, en 1597. Tamaño 42.6 por 41.6 cms. Escala en leguas 90 = 14 cm. 



El mapa fue incluído en una carta enviada por el Procurador de las Filipinas al Rey de España, con fecha en Manila a 27 de junio de 1597. Archivo General de Indias, Descripción elaborada por Ma. Antonia Colomar Albajar, 5 de marzo de 2003.

"Con la carta de Hernando de los Ríos Coronel al Rey en la que da cuenta de un libro que estaba escribiendo sobre el uso del astrolabio que había inventado y sobre el arte de navegar, imenciona lo importante que sería conquistar Siam, Camboya, Champa y Cochinchina; de la importancia de ocupar isla Hermosa, con descripción detallada y mapa de la misma; de dos nuevos caminos de comunicación con estas islas, uno por un estrecho que llaman de Anian (Bering), que comunica Nueva España con China, a 80 leguas al oeste de la Punta de Bacalaos (Terranova), y el otro por Nuevo México, en altura de 45 grados".

Se publica sin fines de lucro.

Fuente: Portal de Archivos Españoles, consultado el 29 de junio de 2015.
Código de Referencia:  ES.41091.AGI/27.11/IMP-Filipinas.6

Propuestas económicas para Filipinas


La doctora Vilches (citada en la entrada anterior de este blog) divide a los autores que se refieren a los problemas de la monarquía española del siglo XVII en dos grupos: los razonamientos de los pensadores mercantiles y los "escritos de imaginación".  El primer grupo es el de los arbitristas, personajes que asumieron el papel de argumentar soluciones a los problemas, en ocasiones con propuestas descabelladas o imposibles, pero que también ofrecieron interpretaciones interesantes y avanzaron conceptos que hoy podrían ser considerados pioneros en el ámbito de la política económica y de las finanzas.

En el segundo grupo se encuentran las grandes obras literarias de Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, o filosófico morales de Saavedra Fajardo o Baltasar Gracián, así como de historiadores cortesanos de la época, como Antonio Pacheco, que trataron de construir un origen y un pasado glorioso del imperio español. La imaginación política de los artístas de pluma barroca ha sido ampliamente estudiada porque atestigua las angustias de su época y la esperanza de cambios positivos. Sus obras constituyen una fuente fundamental para comprender el momento crucial de la monarquía española y el ethos barroco. La separación que ahora se hace del mundo del arte y del pensamiento económico por ejemplo es artificial y reduce a simples clichés la compleja realidad.

Velazquez, Las Hilanderas, 1657 
en un mismo espacio conviven el trabajo y lo divino.

En el Siglo de Oro el pensamiento dominante en el ámbito económico era el bulionismo, o posesión de metales preciosos (preferentemente oro) como garantía de riqueza y estabilidad económica. Se convirtió en una verdadera obsesión de funcionarios y empresarios. La contraparte, por así decirlo, era el mercantilismo, que en términos generales explica la suma de medidas de protección de una economía nacional frente al mercado externo. Ambos conceptos son simplificaciones de un sinfín de acciones que fueron tomando los poderes europeos a partir de la globalización temprana, como respuesta a los cambios súbitos que se sucitaron en la economía mundial y que afectaron a la vida cotidiana en todos los rincones del planeta. 

Sin embargo, en esta entrada tomaré únicamente ejemplos de distintos de pensadores económicos que abordaron específicamente el tema de Filipinas, desde una perspectiva preocupada por resolver los asuntos de la lejana colonia, sea como funcionarios o como comerciantes con intereses directos en el comercio del Pacífico.  En sus escritos se incluye por supuesto el caso de las islas Molucas, de China y Japón, de la presencia de competidores europeos en Asia como los ingleses y los holandeses. 

Las opinones expresadas por los arbitristas acerca de la conducción de los asuntos de Filipinas se suman a los primeros debates estratégicos de la monarquía española acerca de Asia, alejados ya de la idea de simple conquista e instalados en la conciencia de la colonización y administración de las posesiones en el otro lado del mundo. Es una visión geoestratégica, como ahora gusta decirse, que consideraba los equilibrios posibles con las potencias europeas en la zona y comienza por tratar de entender la complejidad de la situación en los poderes locales en el Sudeste de Asia, que transitan por las líneas de la cultura y la religión: chinos, malayos, siameses  indios; budistas, cristianos. Destacan en la lista tres personajes que escribieron proyectos concretos para tratar de resolver los problemas de la presencia española en Filipinas: Hernando de Los Ríos Coronel, Duarte Gómez Solís y Juan Grau y Monfalcón. Es interesante señalar cómo tomaron prestado un lenguaje proveniente de la filosofía y la moral cristiana. Los teólogos colocaron el caso y fracaso de América como piedra de toque de sus reflexiones sobre el desarrollo del crédito, la holgazanería de la clase acomodada, las afectaciones del cuerpo social ibérico y la competencia de otros poderes europeos herederos del protestantismo.

De los Ríos Coronel, hombre de ciencia y procurador de Filipinas

Toda la información sobre la vida de Hernando de los Ríos Coronel es producto de deducciones.  Un biógrafo moderno señala que nació en 1559 como se infiere de un informe en Manila del 15 de abril de 1594, en que dice tener 34 años. Su segundo apellido no indica que tuviera el rango de coronel. Tampoco es claro su lugar de nacimiento pero probablemente era andalúz y no provenía de familia noble. Tuvo dos hermanos: Gaspar, quien viajó a Manila y murió en batalla contra los holandeses en diciembre de 1600.  El segundo hermano se llamaba Francisco y era alférez, también viviendo en Manila al iniciar el siglo XVII. Este hermano fue magistrado en las islas Cataduanes en 1628. Hernándo de los Ríos habría sido piloto de barco y se destacó como geógrafo, diseñador de mapas, que construyó una especie de astrolabio que podía servir en momentos de oscuridad. Usaba el título de licenciado, por lo que probablemente había estudiado en la Casa de Contratación Sevilla, que desde 1552 era el lugar de capacitación de pilotos. 

En sus textos menciona que tiene una fórmula para el cálculo de la longitud geográfica, lo que sería especialmente notable porque se reconoce que John Harrison estableció 200 años más tarde (1714) un reloj que podía usarse en el mar para determinar el uso horario y la corrrecta orientación de las naves. El tema de la longitud era altamente sensible pues influía sobre la determinación de línea imaginaria que separaba a portugueses y españoles en Asia, según el Tratado de Zaragoza.

Hernando de los Ríos Coronel habría llegado a Filipinas en 1588. En los primeros años en las islas fue capitán de infantería, por lo que participó en la llamada invasión, fallida, al reino de Camboya en 1595-1596. Dos años más tarde, en 1598, también fue enviado en misión a la zona de Cantón, donde los españoles esperaban establecer un puesto de comercio similar al de los portugueses en Macao.  A su regreso de aquella expedición escribió una carta que fue publicada por Antonio de Morga en su famoso libro Sucesos de las Islas Filipinas y en la que explica varios detalles del comercio de los chinos que llegaban periódicamente a Manila. Proponía un mecanismo para que los españoles se adentraran en este sistema y arrebataran a chinos y portugueses el monopolio del mismo. El proyecto de un puerto en la provincia de Cantón (Guanzhou) denominado El Pinal, o Piñal o Pinhal, no prosperó, en parte por la resistencia de los portugueses, por el temor de que suplantara a Filipinas como puerto de arribo de la plata mexicana, y por dificultades en el trato con los chinos.

En 1605 fue elegido Procurador General de las Filipinas, que lo convertía en representante de los intereses de los manileños ante la corte de España. Era comun que ese puesto estuviera en manos de un ciudadano laico, es decir, no miembro de la iglesia, pero en un segundo período que comenzó en 1617, aparece que llevaba algunos años ordenado como sacerdote. En esa condición, buena parte de sus gestiones rebasaron el ámbito del comercio y expresó en diversos momentos su preocupación sobre la situación de los indios filipinos.

Entre los temas que abordó en España, cabe subrayar que se observa ya un propósito de revisión integral de la problemática de la colonia. Problemas administrativos, sobre todo abuso de autoridad, pues había desaparecido la Audiencia. Aspectos de defensa de las islas, pocos soldados mal armados, por lo que se requerían fondos de Nueva España y de Perú. Problemas con los extranjeros residentes, especialmente los chinos sangleyes. Proponía un sistema de permisos de residencia, pero simultáneamente el establecimiento de un regidor para garantizar la limpieza en el procedimiento. El trato de los indígenas, donde no se limita criticar a los colonos españoles y mexicanos residentes en las islas, sino también a las órdenes religiosas y los frailes en lugares alejados. Aspectos de la navegación, en los que aprovechó sus conocimientos para proponer mejorías. En este blog mencionamos ya su apasionada defensa de los marinos filipinos en el trayecto del galeón. Detengámonos un momento en este tema:

La navegación a través del Pacífico tuvo pocas transformaciones técnicas durante los años que operó. Las razones de ese estancamiento son simples: los intereses comerciales privados que preferían llevar la mayor mercancía posible, a riesgo de sobrecargar los barcos; reducir los costos de operación al mínimo, a costa muchas veces de la dignidad y salud de los pasajeros y operarios y finalmente la burocracia que permitía que muchas decisiones sobre el galeón fueran tomadas por personas !que no sabían de navegación!  Hernando de los Ríos Coronel intervino con propuestas técnicas, aparentemente fabricó, quizás a escala, un modelo perfeccionado de galeón, que  no fue utlizado. También ofreció un método para desalinizar agua de mar.   La doctora Dolores Folch menciona lo anterior "la tripulación de los galeones estaba formada por unos ciento cincuenta hombres, mayoritariamente filipinos, en una proporción de cinco a uno respecto a los españoles" y cita el Memorial de1608 de Hernando de los Ríos, "mal alimentados y sumamente pobres subían al barco con lo puesto, a los pocos meses llevaban la ropa hecha jirones y unos cuantos golpes de mar los dejaban completamente desnudos, con lo que en las latitudes altas morían de frío y cada mañana había tres o cuatro muertos."

El fiel administrador español ofreció siempre alternativas para mejorar las condiciones del comercio, fortalecer la presencia de la corona española en Asia y ayudar un poco también a los desamparados, sobre todo a los filipinos. Hombre de ciencia de su época, dejó una biblioteca con títulos científicos y filosóficos que pasó a formar parte del fondo de la Universidad de Santo Tomás.
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Crossley, John Newsome Crossley. Hernando de Los Ríos Coronel and the Spanish Philippines in the Golden Age. Ashgate Publishing, Ltd., 2013.

Sobel, Dava “Longitude: The True Story of a Lone Genius Who Solved the Greatest Scientific Problem of His Time.” Barnes & Noble. 1995.

Folch, Dolores. “El Galeón de Manila.” In Los Orígenes de La Globalización: El Galeón de Manila, Varles Brasó Broggi (coord.) Dai Juan (Trad). Shanghai: Instituto Cervantes Shanghai, 2013.

Crossley,  John Newsome. “Una Biblioteca En Las Filipinas En 1611.” Cuadernos Para Investigación de La Literatura Hispánica, no. 35 (n.d.). Disponible en línea: http://www.fuesp.com/pdfs_revistas/cilh/35/cilh-35-6.pdf.



sábado, 20 de junio de 2015

Auri sacra fames*

*Maldita sed de oro

Este lamento viene de muy lejos, quizás antes del mundo latino, para designar la avaricia y el deseo de poseer bienes materiales. La frase Auri Sacra Fames alertaba ya en la época cristiana sobre la presencia de un demonio del hombre que aparece ante la acumulación de riqueza. Siglos después, vivimos nuevamente una etapa de enorme desigualdad social, tanta como la que sucedió durante la primera etapa de globalización en el siglo XVI, producto de la acumulación desenfrenada.  En aquellos años de turbulencia hubo una respuesta cultural muy interesante, reflejada en la pintura y la literatura, que intentaba ilustrar la inquietud prevaleciente.

Tanto como ahora, en aquellas épocas existió también la idea de resolver los problemas derivados de la acumulación y de los excesos que la alimentan y sostienen. En esta y en siguientes entradas del blog hablaremos de algunas de las propuestas formuladas por diversos pensadores de la época barroca en España para atender los problemas de la economía de la monarquía, pero me concentraré en los comentarios que se formularon para tratar de reformar el sistema que ligaba al imperio español con las lejanas islas Filipinas.


Para el mundo hispano el metal al que se referían los filósofos era también la plata, localizada en los ricos yacimientos de América, el Potosí, Guanajuato o Zacatecas. Esa inconformidad se expresa claramente en la literatura clásica española, como lo puede ilustrar un famoso poema de Francisco Quevedo sobre el dinero:

Nace en las Indias honrado
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
es Don Dinero.

Hay dinero, pero las cosas andan mal en el imperio español. Se recoge dinero de América, pero es sepultado por las deudas que la monarquía acumula con banqueros alemanes y genoveses. El verso no requiere más explicación, porque ilustra claramente el sentimiento que prevalecía en aquella época, el Siglo de Oro, de la que ya hemos hablado en este blog. También se ha señalado el interés de autores como Cervantes o Lópe de Vega por los cambios que se sucedían y que en gran medida venían de Asia.




A diferencia del momento actual, que se distingue por la arrogancia del pensamiento económico; que supone saber cómo funciona el sistema globalizado y dispara recetas aplicables para toda ocasión y país, el pensamiento proto-económico, anterior a David Ricardo o Adam Smith, expresaba cautelosamente sus interpretaciones. Veía al sistema como un cuerpo, al que le aquejaban enfermedades y por medio de la auscultación podría recibir remedios o transfusiones. Efectivamente, era un pensamiento ligado a la idea medieval y también observaba la transición hacia un ámbito complejo. Las redes comerciales que ligaban a Europa con América eran las arterias que daban vida a ese cuerpo social. La variedad de instrumentos financieros y de crédito que aparecieron en la época eran vistos con recelo, pues estaban por encima de la realidad, eran imaginarios (¿o lo son?) y poco confiables.

Son sus padres Principales,
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
al rico y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Estos temas forman parte de la historia económica que se estudia en las universidades (¿o ya quitaron estos programas?), sin embargo, un libro escrito por la doctora Elvira Vilches, Oro de Nuevo Mundo, en la Universidad de Chicago, ofrece un análisis diferente porque lo liga precisamente al impacto cultural de esa nueva realidad económica. Una reseña de David Ringrose destaca que el libro de Vilches ha hecho una detallada investigación de la propaganda y la literatura generada por, y escrita sobre, el impacto de América en España, que principalmente se refiere a Castilla. La autora ha indagado obras de teatro y cuentos de la época para encontrar las impresiones populares del impacto de América y de metales preciosos americanos; también ha examinado los escritos de protoeconomistas de la época y por una serie de arbitristas que propusieron diversas políticas para restaurar la industria, el comercio, y, sobre todo, la salud moral. Algunos, como Tomás Mercado, adelantaron varios conceptos, como la teoría cuantitativa, que serían utilizados por los pensadores clásicos franceses e ingleses siglos más tarde.

Volviendo a la reseña hecha por Ringrose: resumiendo argumentos acerca del déficit público, los préstamos de los financieros extranjeros, el egoísmo y la malversación en los más altos niveles de actividad económica, Vilches analiza la creciente distancia entre una concepción cristiana, católica, moral de la economía Ibérica y un mundo cada vez más saturado de dinero imaginario. Este último tomó la forma de crédito, los bonos del gobierno (los juros, es decir, promesas de pago), compra y venta a futuro, de compra y venta de rentas vitalicias, y hábitos de gasto parasitario por parte de las elites adineradas. Esta avalancha de papel, o "dinero cercano", combinado con la gran afluencia de oro y plata, desencadenó la inflación. La mayor parte del metálico fue plata, pero Vilches prefiere una alusión literaria al oro como símbolo de valor fijo en dinero. Esta inflación socavó la relación estable entre bienes y oro sobre la que se basó la moral economica (si no imaginaria) tan apreciada.

La premisa subyacente de Vilches es que el descubrimiento de las Américas -y su lingotes de plata- era central para expandir el mundo de las exóticas finanzas, lo que provocó la inquietud cultural al que el título se refiere. Esta ansiedad cultural fue, en parte, una reacción a la reorientación de la aristocracia, que ya no se distinguía por su experiencia militar y liderazgo, sino por su consumo conspicuo y costumbres sociales decadentes. La creciente dependencia de la aristocracia en sus mayorazgos; la hipoteca de sus propiedades sin invertir productivamente; y la compra de los bonos anuales de la Corona, de los monasterios y conventos, marcó a la élite como un parásito social improductivo. Al mismo tiempo, en las redes comerciales el creciente uso del crédito; la mezcla peligrosa de los préstamos y créditos públicos y reales; y el efecto multiplicador de crédito del gobierno, gracias a la plata de América, creó un obscuro mundo de las finanzas y el dinero imaginario que fue entendido por pocos, o mal entendido y temido por muchos. El siglo XVII en la España imperial se caracterizó por guerras inacabables, epidemias, escasez de alimentos, declive de las industrias locales y el poder avasallador de los Habsburgo. 

Colón y la economía de lo maravilloso. Vilches explica cómo durante la primera generación de la exploración, cuando las ganancias de los inversionistas eran escasas, los conquistadores vendían la novedad de los nuevos pájaros, plantas nuevas, nuevas formas de arte, nuevos minerales, y la masa indígena como una forma de riqueza. Bien haríamos en reflexionar ahora cuánto hemos perdido en el análisis económico, al no darnos cuenta de los aspectos culturales y sociales tangibles que afectan a las personas, más allá de las sesuda prescripciones de los organismos financieros internacionales, los ministerios de hacienda y sus fabulosas gráficas. 

Varios instrumentos financieros existían desde la edad media, y probablemente la afluencia de la plata precipitó una bancarrota anunciada del imperio español, que dependía de recursos externos. El papel parasitario de la monarquía también fue imporante en el proceso de crisis y larga decadencia.



La autora dedica un capítulo a los arbitristas, como Luis Ortíz, Martín Gonzalez de Cellorigo, Luis Valle de la Cerda, Sancho de Moncada o Juan de Mariana. No abordaré en esta ocasión sus elaborados discursos, pero dejaré para una próxima entrada los comentarios de dos personajes que trataron directamente el tema de Filipinas, como es el caso de Duarte Gómez Solís y Juan Grau y Monfalcón. 
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Vilches, Elvira. New World Gold: Cultural Anxiety and Monetary Disorder in Early Modern Spain. Chicago ; London: University Of Chicago Press, 2010.

Ringrose, David, Book Review Journal of Interdisciplinary History, Vol. 41, No. 4, Chicago: MIT Press, 2011