Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

viernes, 23 de octubre de 2015

Las promesas del extranjero

Acabo de leer el libro The Promise of the Foreign, escrito por el doctor Vicente L. Rafael, profesor de historia de la Universidad de Washington.  Se trata de una aproximación al complejo tema del idioma español en Filipinas durante la última etapa del dominio español en las islas. El estudio gira principalmente en torno a las dos novelas que hicieron famoso al héroe nacional filipino José Rizal (1861-1896). El título podría traducirse como la promesa de lo extranjero, pero me he permitido titular esta entrada del blog de forma más directa, señalando a un ente que ha tenido una carga muy grande en la historia del pueblo filipino: el extranjero, lo extranjero.

El libro examina el inicio del nacionalismo filipino en la útlima decada del siglo XIX.  La lucha de un puñado de intelectuales conocidos como Ilustrados comenzó por demandar cambios en la administración colonial, perfilando la posibilidad de establecer cierta autonomía en las islas. En 1896 estalló un movimiento independentista radical, conocido como Katipunan (asociación en idioma tagalog) dirigida por Andrés Bonifacio, Teodoro Plata, Ladislao Diwa. La reacción del gobierno español fue violenta y tuvo como primera víctima a José Rizal, quien era prisionero del régimen. Fue fusilado el 30 de diciembre de 1896, dejando una marca imborrable en la memoria del pueblo filipno.

Si bien Rizal no estaba al tanto de la insurrección, sus opiniones y publicaciones tuvieron gran influencia en el movimiento independentista de Filipinas. Su dos novelas, Noli me Tangere y el Filibustero, fueron ampliamente reconocidas como inspiradoras de un espiritu nacional filipino, escritas en idioma español. Vicente L. Rafael hace referencia a este hecho contradictorio. Hablar el idioma de los colonizadores podría ser un vehículo de afirmación, pensaban los Ilustrados, que colocaría a Filipinas en el mismo nivel que la metrópoli. Paulatinamente, esa idea se modificó ante la insensibilidad de la administración colonial, y su desprecio por la cultura filipina. Creció en la generación de José Rizal la idea de la independencia y parte de esa situación fue el estallido de 1896. 

El resto de la historia es más dramático. El inicio de la guerra Hispano-Estadounidense de 1899 frenó en seco cualquier posibilidad de independencia de Filipinas, que pasó a formar parte del imperio emergente. Con un sólo zarpazo, Estados Unidos anexó Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Durante la primera mitad del siglo XX, el pueblo filipino fue sometido por los nuevos dueños, su cultura y su idioma. De la historia de Cuba y Puerto Rico, los lectores de este blog seguramente tienen mejor conocimiento.


El libro de Vicente L.Rafael nos explica lo que fue una promesa no cumplida: el empleo del idioma español como lengua unificadora de Filipinas, un país que no logró la independencia deseada, sino muchas décadas más tarde, después de la segunda guerra mundial, y bajo un dominio políitco y cultural totalmente diferente. El idioma inglés se convirtió en el medio de comunicación e hizo que el español prácticamente se olvidara. 

En este blog hemos hablado de la obra y de la personalidad de José Rizal así como de la herencia del idioma español en Filipinas. La historia de las islas comenzó a ser contada en el siglo XVI en idioma español y aún hoy es la fuente de información más importante para su estudio histórico. VIcente L. Rafael ha sido uno de lo académicos que mejor ha estudiado la complejidad del proceso de "traducción" de la cultura española y de la religión católica, así como del asentamiento de la lengua extranjera, el Castilla, en la cultura del archipiélago. El idioma español fue visto como una promesa de modernidad. Para los Ilustrados filipinos era una oportunidad de colocarse en un circuito internacional; de ser reconocidos. El obstáculo, ya se dijo, fue la administración corrupta e incapaz de entender las aspiraciones locales. La iglesia filipina fue también una barrera para la transformación de las islas. El imperio español vivía sus útlimas décadas en clara descomposición.

Un capítulo que me pareció de mucho interés es el que se refiere al género de la comedia popular, que se presentaba en los pueblos de FIlipinas en las lenguas locales en el siglo XIX. Era una copia un tanto burda del teatro español, incluídos temas de aquella literatura, pero con la intención de entretener al público filipino. Para varios analistas, la baja calidad de aquella obras no merecía un análisis detenido. Sin embargo, Vicente L. Rafael revisa con atención el sentido simbólico de aquellas obras y el impacto popular que tuvieron. Eran de hecho la forma de apropiación de la cultura colonial española, de sus paisajes, de sus personaje y de sus giros de lenguaje, que causaban el deleite de la población filipina.  Podemos imaginar el movimiento trashumante de las compañías de actores que recorrían las islas;  algo similar a lo que fue en su momento también la expresión de la carpa cómica en las ciudades del México de los años 30. Ninguno de los dos géneros sobrevivieron a los cambios que se avecinaban, pero son testimonio de la vida cultural activa y creativa de ambos pueblos.

Debo agradecer, muchos años después, el regalo del doctor Kenneth Mill, de la Universidad de Toronto, quien me entregó con este libro un estímulo más para comprender un poco más de la cultura filipina.

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Vicente L. Rafael,  The Promise of the Foreign. Nationalism and the Technics of Translation in the Spanish Philippines, Durham and London: Duke University Press, 2005.