Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Vigan

El pasado 7 de diciembre la ciudad de Vigan en la provincia de Ilocos Sur fue nombrada una de las nuevas siete ciudades maravillosas del mundo, junto con Beirut, Doha, Durban, Habana, Kuala Lumpur y La Paz.  El asunto es interesante porque desde 1999 la ciudad también fue reconocida por la UNESCO en la lista del Patrimonio Histórico Mundial como " un ejemplo de la conservación de la arquitectura colonial europea y como sitio del comercio en Asia". El refrendo de este reconocimiento indica una conciencia creciente de la población filipina acerca de su herencia multicultural.

La semana pasada hice un recorrido por las provinicias de Ilocos Norte y Sur. Comparto con los lectores algunas de mis impresiones.



La catedral de Vigan, construida en 1641


Lenguaje simbólico en la portada de la catedral: leones chinos y Santiago apóstol, o matamoros.

La costa occidental de Luzón, conocida en tiempos prehispánicos como Looc, o bahía, mantuvo amplios contactos comerciales con China y el mundo malayo, desde la actual Indonesia y Malasia, hasta la India y Arabia, que fueron aprovechados por los españoles a su llegada en 1572. El nieto de Miguel de Legazpi, el joven Juan de Salcedo inició la exploración de la región al norte de Manila en junio de 1572. Estableció su cuartel junto al rio Mestizo, en valles fértiles que transitan entre la sierra y el mar, y tuvo ahí su propia encomienda. La capital conocida entonces como Fernandina, en honor del príncipe Fernando, hijo de Felipe II, fue la sede también de la Arquidiócesis de Nueva Segovia. Hoy la zona tiene mútliples construcciones barrocas sembradas en pequeñas poblaciones a lo largo de la costa.

Vigan se distingue por la gran Plaza Salcedo, la Catedral, el Palacio Arzobispal, el Cementerio y las mansiones de tipo español.

Es evidente la influencia china y musulmana, junto con la presencia de la evangelización española. Los frailes agustinos se aprovecharon por siglos de la tierra y el trabajo indígena, o que dejó una herencia de revueltas populares.


 Entrada del cementerio


Museo padre Jorge Burgos



Majestuoso edificio del Arzobispado de la Nueva Segovia




Recorrer las calles empedradas, ver las calezas tiradas por caballos, las iglesias, las casas de piedra y madera con ventanales incrustados de concha nácar, despierta la sensación de entrar a un mundo tropical latinoamericano. El mercado ofrece lo mejor de la producción asiática, arroz, coco, tamarindo, mango, pero también maíz, camote, chile, jícama. Las delicias locales incluyen tsitsarón (chicharrón de cerdo), longanisa, pescados y mariscos.


Agradable sombra de árboles y celosías.





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