Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

viernes, 26 de julio de 2013

El lado novohispano del Pacífico

La doctora Carmen Yuste informa sobre la realización de un interesante congreso internacional sobre la presencia novohispana en el Mar del Sur, como era conocido el inmenso Océano Pacífico. El Congreso es organizado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, los días 14,15 y 16 de agosto. 



El adjetivo interesante es preciso, pero también puede calificarse como novedoso para una temática que no cesa de sorprendernos. 

Las ponencias que serán presentadas en seis mesas de trabajo a lo largo de tres jornadas cubren aspectos puntuales del descubrimiento del Mar del Sur, el desarrollo de la ruta hacia las Filipinas, la posibilidad de expansión hasta China, la articulación económica de la Nueva España y Filipinas. Novedoso también porque incorpora investigaciones sobre la arqueología submarina y meteorología histórica.

En la medida en que se realice más de este tipo de encuentros, con la intención de descubrir y no sólo conmemorar pasadas glorias, la investigación histórica tiene perspectiva de enfilar a nuevos mares.

Felicidades adelantadas a todos los que contribuyen a este esfuerzo.

domingo, 21 de julio de 2013

La Cruzat, víctima del poder

Durante el gobierno del Conde de Alburquerque, 1702-1710, título que ostentaba don Francisco de la Cueva Enríquez, entró de lleno la moda francesa de las pelucas y saraos en su corte. Se dejó atrás la austeridad de negro en el vestido y se iniciaron las tertulias con base en las nuevas modas de Europa. Un sonado caso de aquella época corresponde a la presencia de "una dama de singulares atractivos, además del encanto de la juventud" pues estaba precedida por su origen supuestamente filipino y por una dote de seiscientos mil pesos, heredados a la muerte de su padre, que para la época significaban una cantidad exhorbitante, según nos cuenta Tomás Oteiza Iriarte.

Doña Ignacia María Cruzat, ampliamente conocida en México como La China, por haber crecido en Manila, cuando su padre Fausto Cruzat y Góngora tenía el cargo de gobernador de Filipinas, tenía en su forma de vestir y sus modales el trato del Oriente. No debe ser confundida con la China poblana, de origen y destino distinto.

Su historia personal quedó inscrita como una tragedia de la clase dominante en el virreinato mexicano, pero creo que trasluce también un modo muy propio de arreglar asuntos de poder y de dinero, en el que los intereses de comerciantes enriquecidos por el comercio con Filipinas, la iglesia (principal cliente de productos suntuarios orientales como las porcelanas, la seda y el marfil, además de ser la fuente central de crédito de la época), los hacendados y los mineros. Al decir de don Gonzalo Aguirre Beltrán, este caso retrata una organización social que permite a los aventureros peninsulares buscar novia y dote en América y hacerse de riquezas acumuladas con base en la explotación indigena y negra (agregaría que también filipina).

Siendo joven y bella, era invitada a los salones de la aristocracia novohispana, pero también era reconocida a nivel popular por la ayuda que brindaba a los necesitados, hasta convertirse en defensora de los desvalidos y "paño de lágrimas" de los pobres del virreinato. Dejemos el relato a don Tomás Oteiza, quien explica:

"Dama tan principal y popular, tan estimada en las altas esferas sociales como queridísima de las clases desheredadas, necesariamente tenía que despertar, entre los jóvenes de la más alta prosapia, encendidas pasiones amorosas, y eso lo fue para su desgracia.

Las fiestas y reuniones de la sociedad novohispana en gran boato 

"Muchos fueron los pretendientes que aspiraban alcanzar su blanca mano, entre los cuales tres fueron los más significados por las influencias que gozaban; pero la Cruzat, con muy inteligente discreción, eludía los galanteos que tendían a comprometerla en matrimonio, procurando no manifestar preferencias por ninguno de los galanes que la asediaban, ni dar lugar a que su actitud fuera interpretada como coquetería, sino de completa seriedad en asunto tan delicado en aquella sociedad rígida y quisquillosa en las cosas del honor; pero la ansiedad e unos y otros, y el temor de que inclinara sus afectos por otros nobles que vivían fuera de la capital, hizo que los pretendientes fueran agudizando su afán de conquista enforma manifiesta, arrastrando tras de sí a sus familiares y amigos, haciendo, con esa labor, que se formaran tres grupos entre la clase social más distinguida conforme sus relaciones y simpatías; si en un principio no se mostraban hostiles, a medida que pasaban los días y las semanas fueron distanciándose más y más hasta que los campos de acción quedaron completamente definidos. 

"Uno de los grupos que simpatizaba con el conde de Santiago como pretendiente, estaba apoyado por el virrey; otro, que se inclinaba por don Domingo Ruíz Sánchez de Tagle, contaba con la valiosa ayuda del arzobispo; el tercero en discordia, el oidor Uribe, disfrutaba con abierto respaldo de la audiencia, por lo que los más distinguidos personajes intervenían en aquel singular combate cuyo objetivo era ganarse el corazón de una dama; pero ella, con la dignidad de una soberana que tenía a sus pies a los más poderosos del reino, con la flor de la sonrisa en sus labios, desarmaba a tan poderosos capitanes, declinando rendirse con fina cortesía, empleando en sus respuestas medidas frases, no dejando de agradecer el interés que ponían en su favor, y el honor que con ello le dispensaban, pero cuidando no demostrar alguna esperanza que diera pie a una interpretación favorable; y esta discretísima actitud hizo exaltar más la animosidad que reinaba en la sociedad.

Casa de los Condes de Santiago Calimaya, herederos de Legazpi, conquistador de Filipinas

"Este interés de los principales personajes del virreinato en favor de sus predilectos fue trascendiendo a más bajas esferas hasta llegar a la clase humilde, la que también tomó partido porque era muy conocida en aquel ambiente, trayendo como consecuencia que toda la ciudad fuera agrupándose, inclinando sus simpatías por cada uno de los pretendientes conforme a sus relaciones y conveniencias.

Las circunstancias de aquella sociedad giraban en torno a acontecimientos menores como el que nos ocupa y otros graves para la economía, como fue la captura y hundimiento del galeón Nuestra Señora de la Encarnación, por parte del pirata inglés Wood Rogers, durante el recorrido de Manila a Acapulco, el 22 de diciembre de 1709. Casi como sucede en la actualidad, los dramas de los poderosos llaman la atención a la población, la distraen de sus asuntos y encarnan la incertidumbre de una vida precaria para la mayoría.  El posible matrimonio de La Cruzat había absorbido la atención de la población de la Ciudad de México. 

"No se hablaba de otra cosa, sino de las posibilidades de triunfo de cada uno de los pretendientes tan bien respaldados en aquel torneo; todos eran comentarios de lo mismo en palacio que en la residencia arzobispal, en la audiencia, como en todos los barrios de la ciudad, excitados por la incógnita que suscitaba la habilidad con que La China evitaba inclinarse en favor de uno o de otro, pues en las circunstancias en que se hallaba, no quería al decidirse, herir la susceptibilidad de los personajes que apoyaban a los demás. No faltaban en aquel enjambre de comentarios, oficiosos que, sin tomar partido, recogían noticias en un lado para llevarlas, corregidas y aumentadas a otro gozando con ser portadores de informaciones de primera fuente, alborotando más los ánimos de por sí exaltados.

"Los tutores de la Cruzat, que observaban con mucho pesar que La China involuntariamente había suscitado tan honda división en la ciudad, decidieron ocultarla en una finca campestre propiedad de familiar cercano, más todavía, cuando no podían eludir las visitas que a todas horas llegaban a la casa unas enviadas por el virrey, en ocasiones en que no podía hacerlo personalmente; otras por representantes del arzobispado; aquellos que se sentían influyentes, de motu propio, la virreina que perdía oportunidad de evitar que otros llegaran cuando ella estaba, procuraba bajo cualquier pretexto llevarla a palacio, haciéndose acompañar por la novia de la ciudad en sus paseos; magistrados de la audiencia que también querían mantener a raya a sus contrarios, hacia la vida imposible en aquella casa, ya que no podían impedir que personas de tanta significación hiciera su entrada; por otra parte, sentíanse alarmados porque se hablaba ya de llevar a cabo el matrimonio por medio del tumulto si fuera preciso; y a fin de evitar este escándalo, una noche, cuando ya dormía la ciudad, sigilosamente la sacaron de la casa sin aparato alguno para que nadie se diera cuenta, hasta el punto donde la esperaba un coche que la llevaría al lugar donde había de permanecer hasta que volviera la tranquilidad, y pudiera manifestar libremente sus preferencias.  

"Entre tanto, el abogado Juan Díaz Corral presentó demanda contra don Domingo Ruíz Sánchez de Tagle por declinar palabra de compromiso matrimonial que había dado a otra dama principal; el arzobispo, al ser enterado de ello, excomulgó al abogado imposibilitándolo para ejercer abogacía; el virrey, al apreciar el grave giro que tomaban los acontecimientos en la sociedad de la cual formaba parte, estimó prudente guardar expectante silencio; pero no así la virreina, que atizaba el fuego apasionadamente en favor del predilecto del arzobispo, causando con ello disgusto  a su esposo, que en lo posible quería mantenerse alejado, para que su autoridad no se viera comprometida mezclándola en aquel asunto que había alborotado la ciudad entera.

"Enterado el arzobispo del lugar donde se encontraba la Cruzat, fue a sacarla de su refugio y la llevó al convento de San Lorenzo, donde la dejó al cuidado de las monjas, dando aviso inmediatamente a su favorito, e indicaciones de que se preparara para la boda.



El 14 de junio de 1703 La China Cruzat se casa con 
Domingo Ruíz de Tagle en la iglesia y convento de San Lorenzo

Puestos de acuerdo, preparóse el matrimonio al amparo de fuerza armada; pero sabedor del virrey del día y hora, mandó tropas a la iglesia con órdenes de impedirlo, mas las monjas, cerraron las puertas del templo y del convento, dando lugar con ello a que terminara la ceremonia. Indignado el virrey por este desacato a su autoridad, ordenó luego que pusieran presos a todos los que acompañaron a los contrayentes, multando fuertemente a las monjas, con veinte mil pesos, y destierro a Vereacruz al novio; con veinte mil pesos y destierro al puerto de Acapulco a su padre, y con diez mil pesos y cárcel en la ciudad de México al hermano del novio.

"La audiencia, que también se sentía burlada, anuló el matrimonio basándose en que había sido llevado con lujo de fuerza dentro de la iglesia; la virreina, ante la severa actitutd asumida por su esposo y por la audiencia, trató de intervenir, pidiéndole que cuando menos se diera por consumado el matrimonio, y que con las multas impuestas quedaran conmutadas las de destierro; pero el duque de Albuquerque rotundamente se negó a ello, manifestando que su papel era hacer cumplir los acuerdos de la audiencia, motivando sus secas respuestas y su inflexible actitud a una seria disputa entre ambos, llegando a extremos tales, que la virreina, toda llorosa, abandonó el palacio para recogerse a vivir en la casa de una amiga.

"Gustó a las clases populares la firmeza del virrey castigando severamente a personas tan encumbradas, caso insólito, porque siempre, validos de sus influencias, lograban escapar del catigo cuando lo hubieran merecido.

"La Cruzat, al ser aprendido su novio, quedó en el convento, y como consecuencia de las emociones sufridas, murió a los pocos días de un ataque al corazón (otra fuente señala que murió de tabardillo, enfermedad producida por el piojo blanco). Así terminó tan sonado suceso, con tan dramático fin para dama tan principal y querida por toda la ciudad de México, cuyos habitantes, al conocer la noticia de su muerte quedaron profundamente consternados, acudiendo a su entierro tal número de personas como no se había visto hasta entonces". Concluye así don Tomás Oteiza su relato.

Saque el lector sus propias conclusiones, yo me quedo con la que propone don Gonzalo Aguirre Beltrán: el 2 de mayo de 1826 el Congreso de la Unión declara abolidos los títulos de nobleza y sus adornos.
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Tomás Otezia Iriarte, Acapulco, La ciudad de los Navíos de Oriente y de las Sirenas Modernas. Edición del autor, México, 1965, pp 131-136.

Gonzalo Aguirre Beltrán, Las proezas del Marqués y de la Marquesa de Sierra Nevada. Revista digital de la Universidad Veracruzana, consultada el 17 de julio de 2013. Una excelente radiografía política de la época, donde "la organización social de la colonia de explotación llamada Nueva España está de tal manera dispuesta que el cuerpo legal, regente de dotes y herencias, parece deliberadamente confeccionado para favorecer la buena fortuna de aventureros metropolitanos quienes, mediante la institución del matrimonio, mantienen la vigencia de una cierta cantidad de estados señoriales cimentados en la esclavitud del negro africano y en el trabajo forzado del indio de repartimiento".