Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Música de la Nao



Agradezco a los amigos del grupo La Folia, dirigido por el flautista Pedro Bonet, el envío de su nuevo disco dedicado a la música de la ruta española a Extremo Oriente. Se trata de un excelente esfuerzo de recuperación de aquellas tonalidades europeas que acompañaron a los viajeros que atravesaban el Océano Pacífico a partir del siglo XVI. Contiene igualmente composiciones realizadas ya por autores-misioneros en tierras orientales en el siglo XVIII, como Teodorico Pedrini (1671-1746), y algo de lo que generó la influencia asiática en el imaginación musical occidental en el período barroco, notablemente la música de Philippe Rameau.

El texto que acompaña al disco describe de qué manera la música formó parte del equipaje de lo viajeros, "tanto si se trataba de nobles, aventureros, soldados, funcionarios, colonos, agricultores y gentes de diverso oficio, como de religiosos (destacando estos últimos por el papel del arte sonoro y aculturación), y también libros de canto llano y partituras de tonos divinos y humanos, instrumentos de viento y de cuerda pulsada o frotada (cuya construcción se inició rápidamente allende los mares),así como cantores e instrumentistas profesionales que trabajaron en las casas, palacios y capillas musicales diocesanas de los teritorios de ultramar, junto a otros que se fueron formando localmente".

Enhorabuena por este grato resultado.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Un arte global



A finales de enero concluirá en el Museo del Prado en Madrid la exposiciòn "Pintura de los Reinos", que reune gran cantidad de obras elaboradas tanto en España como en América en los siglos XVI y XVII. La tesis que fundamenta esta iniciativa es tratar de ver de manera integral un arte que no reconocía fronteras nacionales, tal como ahora las conocemos. En esencia, el imperio español proyectaba un modelo que procuraba ser uniforme, aún cuando en los lejanos confines de su poder aparecían formas locales relativamente distintas de aquel modelo.

El ingrediente asiático en esta muestra son los biombos novohispanos, que señalan la influencia de Oriente, especialmente Japón en el gusto de los criollos en América.

Algo que destaca es la calidad de las obras realizadas tanto en Perú como en México, a un nivel similar al europeo de aquella época. La exposición muestra, como lo señala el título, la existencia de identidades compartidas en el mundo hispánico.

Los estudios de preparación tomaron varios años a un grupo de expertos coordinado por la Dra. Juana Gutiérrez-Haces, quien por desgracia falleció antes de ver el resultado de ese enorme esfuerzo. El proyecto cuenta con el apoyo de varios países y entidades privadas, por lo que podrá ser admirada a partir de marzo de 2011 en el Palacio de Iturbide, en el centro de la ciudad de México.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Misiones japonesas en Manila

El juego del espejo invertido permite entender de mejor manera el complejo entramado de relaciones que existía en Asia al final del siglo XVI, en el que los europeos sólo eran parte del conjunto de intereses de poderes ascendentes en Japón y China.

Un primer caso ha sido estudiado por Lothar Knauth (1) y es el del corsario, gobernador, comerciante japonés Kamei Korenori, que usaba el título de Señor de Taiwán (Taishu no Kami). Este personaje juraba lealtad al shogún Hideyoshi y el nombre que ostentaba era más el deseo de mostrar su poder que la realidad. "como descubridor de las minas de plata de Sakai (...) se interesó en el comercio en el sureste de Asia, interés del que participaban otros daimyo y mercaderes".

En ese caracter, en el año 1587 llegó a Filipinas una misión comercial japonesa enviada por el Daimyo Jirado o Reino de Firando, como decían las cartas con las que Santiago de Vera, Presidente de la Audiencia de Filipinas, informaba al virrey de México, Don Álvaro Manrique de Zuñiga, Marqués de Villa Manrique. El ofrecimiento japonés consistía en apoyar con hombres armados a los españoles en Filipinas:
y así las veces que se le mandase y avisase que hay necesidad alguna para su servicio de gente de guerra, el dicho rey y otro rey cristiano, su amigo, llamado don Agustín, enviaría los soldados que se le pidiesen, bien armados y a poca costa:
De acuerdo a Knauth, el enviado japonés llevaba otras intenciones ocultas, como sería aliarse con filipinos y convertir a las islas en protectorado japonés.

Existen al menos otros dos documentos que dan cuenta de la presencia japonesa en Filipinas en aquellos años. Knauth cita un testimonio de 1587 dado frente al obispo Domingo Salazar por un grupo de japoneses. La declaración se tomó el 4 de julio de 1587 y la firmaron once testigos que llegaron desde Jirado en barco, pero que eran residentes de Jakata, Bungo, Miyako (Kioto), Sakai, Jigo. De Jirado vino solo Andrés González Aburaya Jakadiro. Como interpretes se mencionaba a dos japoneses, Nicolás Báez y Luis Fernández.

El testimonio empieza con una descripción de las islas principales -Miyako, Shikoku y Kiushu- y de las sesenta y siete provincias que entonces formaban Japón. Exponían que todos hablaban la misma lengua y que reconocían al Kampaku Jashiba Chikusen no Kami -es decir Jideyoshi- como "Rey en Miyako", con excepción del rey de Satsuma que se había rebelado y contra quien el Kampaku estaba en guerra. Agregaban que el "Kampaku-dono" había dominado durante seis años solamente el distrito de la capital, pero que en los últimos tres años había llegado a ser el señor de todo el Japón.

Dioses y costumbres

El relato que utiliza Lothar Kanuth fue recuperado por Johannes Laures en 1941 (2). 

Aquellos japoneses en Manila señalaban que como dioses tenían a Amida y Shaka, cuya fe había venido de Siam y Cambodia y que antes de ellos, reconocían al "Kami" como su dios. Además de alguna información sobre sus costumbre funerarias, hablaban de sus órdenes religiosas. Éstas tenían su "gran monje", el "gren rey" de la capital. La justicia civil colaboraba con los monjes sobre el equipo litúrgico de sus templos. La entrevista trataba problemas seculares, tales como la forma de pagar tributo, que se daba directamente al señor local, quien enviaba una parte de éste al "rey de la capital". Informaban sobre las costumbres matrimoniales y actitudes hacia la esclavitud y había declaraciones sobre comida y bebida -arroz y vino de arroz- las que conducían a los problemas de siembra y consecha.

Otras secciones trataban el sistema judicial y los estudios médicos. Incluían información acerca del calendario, días de fiesta, manera de medir el tiempo, así como la navegación marítima y el sistema monetario. Al contestar las preguntas sobre sus industrias y otras ocupaciones, señala Lothar Knauth, aclararon que en el Japón los mercaderes eran muy respetados, lo cual tal vez prueba que los testigos eran todos mercaderes, por lo que sin duda el Japón de Jideyoshi le daba gran valor a las artes comerciales.

Debido a que el obispo Domingo Salazar abrigaba intenciones de promover las misiones de las órdenes mendicantes en el Japón, el interrogatorio sobre las actividades de los jesuítas fue extenso y llevaba el asunto hacia el problema de si los japoneses aceptarían otras órdenes religiosas. La contestación fue no sólo afirmativa, sino que tres de los japoneses firmaron otro documento en el que solicitaban al obispo el envío de frailes descalzos. Y como ellos habían presenciado la llegada de un grupo de dominicos, le pareció "que ninguna religión será más a propósito que la de Santo Domingo".

En su propia declaración, Domingo de Salazar señaló que de ahí en adelante podrían conocerse en España las "verdaderas condiciones del Japón" y que nadie tendría que depender de la tendenciosa información de los jesuítas. Ahora sería necesario romper las restricciones que el Papa y el rey de España habían impuesto a las órdenes mendicantes y enviar franciscanos y dominicos. Porque:
según el dicho intérprete dijo, los dichos japoneses mientras se escriba los arriba dicho, estaban entre si y decían que si en (Miyako) viesen los religiosos de San Francsco, que ahora vinieses a estas islas, lloraran con ello de placer y los recibieran como a ángeles del cielo.
Opina Knauth que de esta forma aparecían iniciativas del lado japonés, para poner a las Filipinas y el Japón en un contacto oficial más cercano. Los jesuítas hubieran querido prevenir esto a toda costa, pero los acontecimientos de Kyushu mostraban que no tenían medios para asegurarse la exclusividad y que la idea de la tutela jesuíta era una quimera. La suposición de que el Japón estaba separado del resto de la cristiandad, que carecía de comunicaciones, había sido desruída con la visita a Jirado. Ahora los de Jirado, al corresponder con otra visita, hacían las relaciones definitivamente bilaterales.
_____________
(1) Lothar Knauth, Confrontación Transpacífica, El Japón y el nuevo mundo hipánico, 1542-1639, México, UNAM, 1972. Cap. IV. España y Jideyoshi: dos conceptos de paz y amistad, pp. 121-124.

(2) J. Laures. An Ancient Document on the Early Intercourse between Japan and the Philippines Islands (Tokio, 1941), citado por Lothar Knauth, Ibidem.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Más sobre El Realejo.

Citaremos in extenso los comentarios  de O.K. Spate sobre la construcción de barcos en el litoral americano del Pacífico en el siglo XVI (1). 


"Aunque la madera apta para la construcción de barco podía conseguirse en diferentes sitios, los puertos Nueva España no estaban tan bien provistos de materias primas locales como los que se hallaban más allá de Tehuantepec: Nicaragua tenía resina y excelentes fibras para velas y cordajes, mientras Nueva España a menudo se veía obligada a recurrir a aparejos de sgunda mano procedentes de Europa. A mitad de siglo, Tehuantepec decayó y Guatulco (sic) fue empleada principalmente para reparaciones, pero los astilleros de La Posesión, el magnífico puerto de Realejo en Nicaragua, eran capaces de cosas más grandes, incluido el Santa Ana de 700 toneladas y capturado por Cavendish cerca de Baja California en 1587". 
Martha de Jarmy Chapa confirma esta apreciación (2): 


"Los accesorios metálicos para los barcos de la costa de Pacífico en general vinieron de Europa, por lo que eran muy costosos. Los cabos y las velas para los navíos de las costas de Nueva España llegaban del Atlántico. Casi siempre eran viejos, y en mal estado, desechos de la navegación atántica en Veracruz; los contemporáneos estaban de acuerdo en que daban un pésimo servicio. Los buques equipados en Centro y Sudamérica tenían la ventaja de usar cables y velas manufacturados cerca de Realejo, en la isla de Puna y en varios otros puntos, con fibras de producción local como lapita y la cabuya, ambas de excelente calidad".


Los barcos


"Las naves construídas en los astilleros del Pacífico, señala Martha de Jaramy Chapa, no diferían de las usadas en el Atlántico. Para mediados del siglo XVI, parece que el tipo carabela, que tan buen servicio dió a los primeros navegantes españoles y portugueses pasó de moda, aunque en su forma modificada existió el carabelón, mencionado en una licencia de 1550, que navegó desde el puerto de la Navidad en la Nueva España. Probablemente se construyó para explorar, pero a falta de oportunidades atractivas se usó en viajes comerciales al Perú. Algunas de las licencias y relatos de navegación llaman a los barcos naos, pero a mediados del siglo XVI la nomenclatura era muy elástica para permitirnos un juicio exacto del significado de esta palabra. Puede ser que se aplicara, en general, a los barcos más pequeños. Varias licencias nombran a los barcos navíos y parece probable que se referían a los galeones, naves bien construídas, de tres mástiles y con los costados altos,especialmente seguras y marineras. El Santa Cruz y el San Pedro de las empresas del marquesado (de Hernán Cortés) eran de este tipo. En lo relativo al equipo, mecanismo de gobierno y demás, eran similares a los buques que navegaban en el Atlántico".


Por su parte O.K. Spate señala que "(...) la norma, incluso en la década de 1580, eran los barcos de entre 12 y 15 toneladas para cabotaje y entre 60 y 120 para el comercio intercolonial". Así lo confirma Martha de Jaramy:


 "las naves construídas en el Pacífico eran menores a las del Atlántico y las pruebas de que disponemos confirman esto. Una lista de barcos anclados en el Callao, elaborada en el verano (austral)  de 1589, demuestra que los de propiedad privada destinados al comercio particularmente desplazaban entre 35 y 180 toneladas. Los tres galeones reales que estaban en el puerto iban de 200 a 365 toneladas, pero eran naves del Tesoro no utilizados en viajes comerciales. Don naves que en el momento en que se hizo la lista se encontraban en el Callao y se dedicaban al comercio con Nueva España eran de 135 y 90 toneladas. Los relatos referentes a los navíos capturados por Sir Francis Drake durante su memorable correría a lo largo de la costa americana del Pacífico en 1578-9 estaban bastante de acuerdo con la cuenta que en 1589 se hizo en el Callao. Drake capturó varias lanchas de 12 a 15 toneladas que se usaban para la navegación de cabotaje a distancias cortas, pero el resto de las naves tenían entre 60 y 120 toneladas".


Usos y problemas del transporte


Pero el puerto nicaragüense era muy activo: descubierto alrededor de 1520 por Pedro Arias Dávila, Pedrarias y Andrés Niño, diez años después albergaba entre quince y veinte carabelas para el tráfico de esclavos. Ese comercio había sido organizado por Pedro Arias Dávila, Pedrarias, el infame Gobernador del Darién, y fue estimulado por la dificultad de trasladar a los esclavos indios al continente. 


O.K. Spate informa que "gran parte del equipamiento básico para la pesca, en especial los aparejos de metal, todavía tenían que cruzar el Atlántico y luego la altiplanicie mexicana, aunque Cortés había iniciado la explotación de abundantes minas de cobre, más escasas de estaño y hierro, en México central y el aprovechamiento del sulfuro de los volcanes para la fabricación de pólvora. La construcción española en las costas del este de Pacífico no llegó a alcanzar los altos niveles de calidad de los astilleros de Manila, que unía a una tecnología equiparable a la europea la tradicional habilidad de los artesanos chinos en la construcción de barcos; en palabras de Borah, la mayor parte de los barcos americanos eran pobres, sucios y extravagantes, y hay abundante evidencia de eso incluso en el siglo dieciocho".
"Además, la navegación en aguas americanas estaba siempre amenazada por la broma, la preocupante carcoma de los barcos que podía transformar las maderas en panales o esponjas, y aunque se aplicaron revestimientos de plomo en los barcos con los que Pedrarias navegó a Darién en 1514 –un uso muy temprano– era un procedimiento demasiado caro, poco fiable, y excesivamente engorroso para su empleo generalizado.
"Más tarde se descubrieron maderas resistentes a la carcoma, que contribuyeron en gran medida al ascenso de Guayaquil como el gran astillero de la América del mar del Sur; pero, por descontado, esas maderas no podían conseguirse siempre ni en todas partes. Las tripulaciones también constituían un problema; podía haber un núcleo de verdaderos marinos, pero estos en su mayoría eran sacados de los albañales de una sociedad muy mezclada.

________________
(1) O.K Spate. The Spanish Lake. Australian National University, Canberra, 2004, Pp. 64-65.

(2) Martha de Jarmy Chapa, Ibidem, Pp. 233-235.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Realejo

Un amable lector pregunta acerca de la construcción de barcos en el puerto de El Realejo, en Nicaragua, destinados a la ruta del Pacífico.


Cabe destacar que la información es dispersa y las deducciones sobrepasan a los datos verificables. El lugar fue utilizado desde la etapa de la conquista y luego por corto tiempo durante el asentamiento del poder español en Centroamérica, ya que fue reemplazado por el puerto de Corinto, en las inmediaciones. La importancia histórica de estos puertos reside en que formaban parte de una amplísima visión estratégica de la corona española, en el proceso de expansión hacia el sur de América, sobre todo la comunicación entre los reinos de la Nueva España y Perú, así como el anhelado camino entre el Atlántico y el Pacífico.

"Más que puerto, esos parajes (Omoa, Trujillo, Golfo, Sonsonate, Realejo, Matina, Calderas, etc.) eran sitios de desembarque y tránsito de mercancías hacia el interior del Reyno" de Guatemala, refiere Gustavo Palma Murga (1). "Eran lugares mortíferos, insalubres, y sin ninguna población estable que justificara el establecimiento de oficinas encargadas de realizar operaciones aduanales, menos aún las comerciales".

Sin embargo, el registro de su existencia es de gran valía porque muestra algunos de los intentos más atrevidos del proceso de expansión española en la región. El Realejo ofreció por un tiempo la ventaja de la madera de buena calidad, no disponible en los puertos de México o Perú. De ahí que se construyeran en aquel paraje los primeros astilleros. Martha de Jaramy Chapa, señala la funcionalidad de El Realejo (2):

Astilleros

"Hacia mediados del siglo (XVI) los (astilleros) de la Bahía de Guayaquil fueron los más importantes, siguiéndole en importancia los de Realejo, mientras que la Nueva España, a pesar del brillante principio de su industria naval entre 1530 y 50, perdió casi toda la prominencia en ese campo. El astillero de la familia Cortés en Tehuantepec decayó. De cuando en cuando se construyó un barco en Huatulco, pero en general sólo se repararon y no se estableció un astillero permanente. El astillero real estuvo en la Navidad (Michoacán), dirigido especialmente hacia el comercio con el lejano oriente, y allí se construyeron las naves de la expedición de Legazpi. A la muerte de D. Luis de Velasco I fue cerrado pero más tarde se construyeron allí varios de los galeones de Manila; no obstante fue un astillero pequeño"

Con relación a El Realejo, la misma autora señala que "por lo menos dos de los mayores navíos que hacían el viaje a Filipinas, el San Martín y el Santa Ana, buque de 700 toneladas del que Cavendish se apoderó en 1587, se construyeron en Realejo, Nicaragua. La mayor parte de las de las naves que participaron en el tráfico entre México y Perú eran de construcción y quizás hasta de propiedad centroamericana o peruana"

Seguiremos sobre el tema.
_______________
(1) Gustavo Palma Murga, Economía y sociedad en Centroamérica (1680-1750), en Historia General de Centroamérica, Vol. II, El régimen colonial (1524-1750). Edición a cargo de Julio César Pinto Soria. Ed. Siruela, Madrid, 1993.

(2) Martha de Jaramy Chapa. La expansión española hacia América y el Océano Pacífico. Tomo II La mar del sur y el impulso hacia el Oriente. Fontamara, México 1988, pp. 233.



sábado, 4 de diciembre de 2010

Sermones y florecillas


San Felipe de Jesús se convirtió en una imagen dominante en el pensamiento criollo, alabado en sermones y florecillas (versos populares) en la Nueva España.

Santo criollo

Ciao Massimo !

En suma, el caso de San Felipe de Jesús es una metáfora nacional de tipo religioso que cumplió un cometido importante en el afianzamiento del pensamiento criollo de la Nueva España. En el futuro habría que escarbar en los archivos de la curia mexicana para descubrir los esfuerzos que se realizaron específicamente para enaltecer a este primer santo mexicano.

El incidente de Nagasaki mostró una profunda división que existía entre los misioneros católicos en Asia, separados por su dependencia del poder español y portugués. Esa división contenía también una percepción distinta sobre los métodos misioneros que debían aplicarse en Asia: los jesuítas procuraban una adaptación de los ritos católicos para penetrar las culturas del Este lejano. Las demás congregaciones repetían en gran medida la experiencia ensayada en América y Filipinas. La muerte de Felipe de las Casas fue de algún modo “cobrada” por las órdenes misioneras con su canonización y abanderamiento de la causa criolla novohispana, muy útil en su momento.

Una apreciación adicional es que el conflicto religioso en Asia demuestra también el agotamiento material y militar del imperio español, que llegaba a sus límites en aquel continente, y que fue incapaz de continuar con su empresa de conquista, quizás para fortuna de la diversidad cultural del mundo contemporáneo.

Por lo pronto, su figura se muestra como un ejemplo de la influencia asiática en México y su conexión con los debates religiosos que gobernaron al mundo católico, incluso en lejanas tierras asiáticas. Continuaré posteando diversos datos y eventos de ese choque cultural iniciado en el siglo XVI, con otros ejemplos de tal influencia del Oriente en la Nueva España.

En el terreno artístico deben mencionarse los murales de la catedral de Cuernavaca, que muestran el martirio de los frailes en Nagasaki, así como la insólita importación de marfiles asiáticos, varios de ellos procedentes de Japón, con la efigie de San Felipe de Jesús. Estos ejemplos son de una riqueza inapreciable.



Los murales de Cuernavaca muestran la primera etapa en que se mencionaba a todos los mártires del Japón, y fue tan sólo al final del siglo XVII cuando se singulariza a Felipe de Jesús como El Santo Mexicano, dejando a un lado de los otros crucificados. Ello ejemplifica el impecable manejo iconográfico de la causa criolla.



Un acontecimiento que sucedió a finales del siglo XVI, narrado insistentemente en el XVII y XVIII. Las expresiones de fervor religioso novohispano durante dos siglos fueron catalogados cuidadosamente por Reiko Kawata (1).


1640 Un santo de mi patria (Miguel Sánchez)

1652 Patrón de nuestras Españas (Jacinto de la Serna)
Patrón de Nuestro México
Brío español y aliento mexicano

1681     Santo Criollo (Juan de Avila)

1682      Felipe es clavel, flor y fruto mexicano (Baltasar de Medina)

1683     Criollo de México, honra de la América (Joseph de Torres Pezellín)

1684     El nacional y patrio amor (Antonio Vidal de Figueroa)

1685 Nuestro Americano Cielo San Felipe de Jesús (Antonio Joseph
Pérez)

1768     Hijo de México (Joseph Angel de Cuevas Aguirrre y Abendaño)
Mexicano de San Felipe.

1782    El Mexicano San Felipe de Jesús (Joseph Francisco Valdés)
1802     Su mexicana sangre (Breve....Anónim
             
           Habría que agregar solamente el elogio nacionalista y romántico que Ramón López Velarde hace en la Suave Patria: “Te dará, frente al hambre y el obús, un higo San Felipe de Jesús”, como la figura milagrosa que se opone al siglo de conflictos que atravesó México en su primera etapa independiente. Coincidencia quizás pero Felipe de Jesús fue sustituído a partir del año 1857 en el calendario cívico del México Juarista, cada cinco de febrero por el día de la Constitución. No es cuestión de colgarle más milagritos al santo, pero a lo largo de todos esos siglos se adherezaron muchos beneficios políticos de tener un santo nuestro.


[i] Ibidem., pp.170.