Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

domingo, 31 de enero de 2010

Rumbo al Oeste


¿Ambición, osadía o terquedad? Es muy dificil medir la fuerza que animaba las acciones de Hernán Cortés, siempre insatisfecho con lo que tenía. En 1536, siete años después de la cesión del rey Carlos V en el Tratado de Zaragoza de las improbables posesiones en las islas de la especiería, el conquistador Cortés preparó una nueva expedición, ésta vez a cargo de Hernando de Grijalva. El pretexto era respaldar a Francisco Pizarro en su expedición para la conquista del oceáno Pacífico.
Cortés mando dos barcos que zarparon del puerto de Acapulco rumbo al Perú: el Trinidad, al mando de Fernando de Alvarado, y el Santiago, capitaneado por Hernando de Grijalva. El primero retornó muy pronto a México y se cree que dio vista a las islas de los Galápagos.
Grijalva, en cambio, aceptó gustoso el encargo que Pizarro le dio, y en abril de 1537 salió del puerto peruano de Paita con su barco el Santiago rumbo al Oeste. Después de un recorrido de más de 2,700 millas, siguiendo siempre la línea equinoccial, llegó la expedición a una isla que se supone sea hoy la llamada Christmas, en el 2°N. y 158° O. Continuando al poniente, pasaron por otra isla, que llamaron los Pescadores, mil millas más al Oeste, que se identifica como una de las islas Gilbert.
El capitán decidió seguir adelante, siempre hacia el Poniente, pero la tripulación, hambrienta y desalentada por la poca importancia de los descubrimientos, y con el navío en muy malas condiciones, se amotinó y dio muerte a si capitán. Sin embargo, el barco continuó con el mismo rumbo que había traído desde la salida y llegó a una isla de la Nueva Guinea, donde todos los marineros fueron capturados por los nativos.
Dos años después el gobernador portugués de las islas Molucas, Antonio de Galvao, rescató siete de los supervivientes, según refiere él mismo en su Tratado dos Descobrimentos.
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Carlos Prieto, op.cit., pp.75-76.

sábado, 30 de enero de 2010

Listo para zarpar

El portal electrónico del proyecto Guadalquivir Rio de Historia informa que, después de 18 meses de labor, el galeón Andalucía está listo para iniciar su viaje hasta las costas chinas.

La nave se encuentra preparada en el puerto de Huelva "para enfrentarse a la primera prueba de mar que certificará que la embarcación esté en perfectas condiciones para zarpar rumbo a China" Por lo pronto, el equipo técnico realizará pruebas de fondeo, consumo, milla corrida, arrancada y frenada.La salida será el 28 de febrero del puerto de Sevilla.

El marino

Fernando Benítez escribe:

El marino es otro hombre. Sus piernas no están acostumbradas a la tierra firme sino al balanceo constante del mar, debe ser paciente y arrojado para afrontar las horas interminables del buen tiempo o de las calmas chichas y dar todo de sí en el huracán, en el asalto de los piratas, en el naufragio o en la guerra. Debe también ser casto y obedecer las órdenes de su capitán o de los pilotos. Cuando está en tierra y ha sufrido lo indecible no sporta la inmovilidad de las cosas y desea reembarcarse y navegar siempre a la búsqueda de lo ignoto o lo desconocido.
Sus recuerdos lo obsesionan. Acechaba la menor ocasón de emprender otro viaje y su tiempo le ofrecía grandiosas y repetidas oportunidades. Era cuestión de meter unos trapos, un devocionario en un saco y otra vez subir a su morada bamboleante. Esa era su casa y ninguna otra. La casa andariega de henchidos velámenes que lo llevará a la gloria o al infierno, a la riqueza, a la fama o al naufragio, al escorbuto y la muerte. Antes de embarcarse escribió su testamento. No tenía nada que heredar pero lo hacía pues era el ritual de la muerte anunciada. No importaba nada. El Plus Ultra, el más allá, era su escudo y su lema.
Durante esos 11 años había vivido en un paroxismo ajeno a la existencia regulada y monótona de los campesinos vasallos del rey, que nunca experimentaron la furia del océano vaciándose sobre sus cabezas ni el gozo de vencer al monstruo. Vivían todavía los viejos mitos de los héroes antiguos.
Cierto era que en Flandes, en Francia, en Italia peleaban y morían, pero eso se repetía siempre, porque estaban uncidos a guerras sin sentimiento. Lo irresistible, lo nuevo, lo nunca sufrido no gozado no estaba allí sino más allá de los mares. Urdaneta solo con una espada en la mano y algunos hombres se habían lanzado contra una muchedumbre de extraños seres, abriéndose a cuchilladas, cortando cabezas, hiriendo pechos y caras. Aún convertido en una llaga, cegado por el dolor, circundado de la granizada de plomo, nadaba como un loco y levantaba los brazos en demanda de auxilio.
Aquel perfume de las islas, la ardorosa pimienta, la dulce canela, el aroma de clavo, el bosque tropical y el hielo resplandeciente del estrecho, los días interminables perdidos en el azul infinito del océano, el peligro, se mezclaban adentro de su corazón insaciable y aún reclamaba más aventuras, más descubrimientos, más emociones violentas, mayor deseo de reactualizar lo ya pasado.
Los locos, los abrumados por esos sueños, siempe encontraban entonces a otros locos similares. El que ha vivido penetrado por una corriente de tensión ya no puede acostumbrarse a la grisura de lo cotidiano, a repetir siempre en paz costumbre de pastores o de campesinos.
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Fernando Benítez, La Nao de China. Ed. Cal y Arena, México 1989, pp. 32-33.

domingo, 24 de enero de 2010

Marinero que se fue a la mar

Toda la vida es un mar, escribe Pietro Metastasio (1698-1782) en un aria de la ópera La Olimpiada (1735), de Antonio Vivaldi (1678-1741). Con ello resume una completa interpretación barroca de los infortunios del alma y del mar.

"De las locuras diversas, de las que el mundo está lleno, ¿quién podrá negar que la locura mayor en cada uno es el amor? Somos naves abandondas en gélidas olas; impetuosos vientos nuestros afectos son; cada placer es un escollo; toda la vida es un mar. Vela por nosotros la razón como un timonel, pero se deja llevar también por las olas del orgullo".

Una estupenda interpretación de la soprano Simone Kermes, que parece más fiera que el mar.



Tra le follie diverse,
De quai ripieno é il mondo
Chi puó negar, che la follia maggiore
In ciascuno non sia quella d´amore?
Siam navi all´onde algenti
Lasciate in abbandono;
Impetuosi venti
I nostri afetti sono,
Ogni diletto é scoglio;
Tutta la vita é un mar.
Ben quai nocchiero in noi
Veglia ragion; ma poi
Pur dall´ondoso orgoglio
Si lascia transportar.

En inglés dice:

Among the various follies
which fill the world
who can deny that the greatest folly
in each one of us is that of love?
We are ships abandoned
to the icy waves;
our affections are raging winds;
every pleasure is a reef,
all life is a sea.
Reason keeps watch in us like a steersman;
but then
it too is carried away
by surging pride.


lunes, 18 de enero de 2010

Damas y Caballeros...

Con ustedes: La China Poblana

La historia de Catarina de San Juan parece ser un tema ineludible, casi un lugar común, cuando se aborda la relación de la Nueva España con el Oriente. Es el tópico recurrente de los guías de turistas en Puebla y de los trabajos que se piden a los alumnos de primaria en las escuelas de México.

Como casi todos los íconos culturales, la verdadera historia de la China Poblana se simplifica en versiones intencionadas que se repiten y se desgastan con el uso. Por ello mismo es muy interesante la forma en que diversos historiadores abordan el asunto desde perspectivas diferentes, incluso utilizando las fuentes historiográficas conocidas. Recientemente han aparecido dos de estos enfoques diversos, novedosos.

El escritor mexicano José Joaquín Blanco publicó en noviembre de 2009 una entrada en su blog con el título Las increíbles aventuras de la China Poblana, en el que describe la desarticulación del proceso de canonización de la visionaria que vivió en Puebla en el siglo XVII. Blanco escudriña el momento decisivo en que la jerarquía católica, el Santo Oficio y burócratas de corte en Roma, Madrid y México detuvieron en seco la subida a los altares de la beata Catarina de San Juan; un proceso que, paradójicamente, la convirtió en una especie de santa no autorizada, pero venerada por miles en la última etapa de la Nueva España.



Por su parte, la doctora Robin Anne Rice, investigadora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, publicó un fascinante ensayo en la revista electrónica Barroco, en el que aborda el tema de la China Poblana desde un punto de vista filológico histórico. En el texto señala que la propia documentación elaborada por los hagiógrafos de la beata Catarina de San Juan, de estirpe jesuíta, contribuye a una forma de protonovela novohispana. El ensayo de la doctora Rice alude a dos personajes femeninos de la Nueva España del siglo XVII, Isabel de la Encarnación y Catarina de San Juan.
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Las historias piadosas de santos y beatas eran leídas con fascinación por el público novohispano, como quien sigue una novela de episodios llenos de extravagantes apariciones de ángeles y del propio jesucristo. En la sociedad barroca la hipérbole y la representación eran parte de la vida cotidiana, por lo que no sorprendía la existencia de una mujer de orígenes misteriosos, que vivía de la caridad pública en un cuarto de sirvientes, vestía en harapos y se comunicaba con el cielo.

Cuando la primera parte de la vida de Catarina apareció publicada en 1689, el libro contó con la aprobación de las autoridades eclesiásticas. Sin embargo, ya en 1692 esos textos habían entrado en el Índice de libros prohibidos por el Santo Oficio en España.

sábado, 16 de enero de 2010

Llegada oportuna

Los españoles que resistían en la remota isla de Tidore recibieron la llegada de Alvaro de Saavedra, en marzo de 1528, con con gran alegría y con la esperanza de que la corona española tomaría control de esas islas, por encima de los portugueses. Al saber que el capitán llevaba instrucciones de Hernán Cortés de regresar a la Nueva España a fin de informar del estado en que se encontraban las fuerzas españolas en la región de las especias, el capitán Hernando de la Torre solicitó auxilio para defenderse contra los portugueses en aquellas tierras del Maluco.
Saavedra se dedicó inmediatamente a reparar su nave, la Florida, y tuvo que pelear con ella contra los portugueses que asediaban a los españoles.

El deber de Saavedra era regresar a la Nueva España y el 3 de junio de 1528 partió con 30 hombres y un cargamento de sesenta quintales de clavo, con la intención de llegar lo más pronto posible a la Nueva España. Sin embargo sus planes de regreso no podía tomar en cuenta las adversidades que le esperaban: vientos contrarios, calmas prolongadas, la pérdida del batel que llevaba los pertrechos de la expedición, tempestades y, sobre todo, corrientes marinas opuestas.
Fue recalando sucesivamene en las Kepulauan Shouten (islas de Oro) y en una de las islas de la Papúas, que hoy se llama Isla Misory (latitud Sur 0° 50´longitud Este 136° 23´), en la del Almirantazgo, y en alguna otra del archipiélago de Bismarck. Pudo después tomar el rumbo Nordeste y llegar hasta los 14° de latitud Norte, pasando por las Carolinas (la isla de Truk, en el 7 ° lat. N.), pero al fin tuvo que retroceder por las islas Marianas y por la de Mindanao para llegar a Tidore el 19 de noviembre del mismo año, después de haber descubierto la isla de la Nueva Guinea(1) .
Cuando regresó a la isla de Tidore, la desilusión fue mayúscula pues todos pensaban que en esa fecha ya debería estar en México, en busca de auxilios para los españoles en Asia.

Después de reparar la nave y construir un nuevo batel, Saavedra reemprendió el regreso a Nueva España el 3 de may de 1529, sin escuchar los consejos del gobernador español de las Molucas, Hernando de la Torre, de que siguiera la ruta de la India para llegar a España.
De nuevo encuentra Saavedra los elementos en su contra y calmas prlongadas que detienen su marcha por largos meses: pasa por las Islas de los Pintados (la Ponapé, en el 7° N. y 157° E de las Carolinas Orientales y otras en el 11 ° 30 ´que llamó Islas de los Jardines) y lograllegar hasta el grado 26, quizá en el grupo septentrional de las Islas Hawai, donde muere el capitán Alvaro de Saavedra y Cerón (19 de octubre de 1529).
Ante esas circunstancias, la tripulación decidió continuar el viaje hacia la Nueva España, pero en el grado 31 las condiciones de navegación eran imposibles, por lo que regresar otra vez a las Molucas, donde arribaron a fines de 1529. La nave Florida era ya inutilizable y su tripulación se sumaba a la lista de españoles sin recursos en aquellas islas.
Hernando de la Torre recibió a los supervivientes y se dirigió con ellos a Malaca. Allí, un capitán portugués los apresó durante dos añosen los que murieron 10 o 12 españoles más mientras los pocos restantes fueron llevados a Goa, en la India. Algunos de ellos lograron viajar a Portugal y luego a España en 1534, siete años depués de su salida. Asi terminó la expedición desastrada (2).
La importancia de esta expedición fue sin embargo el reconocimiento de corrientes y temporadas propicias para la navegación hacia la nueva España, asi como el descubrimiento de islas que podrían servir de refresco para los prolongados viajes en el Pacífico. Alguien como Andrés de Urdaneta, quien se encontraba en Tidore cuando llegó Saavedra, supo recoger la experiencia y acumular tal conocimiento para el descubrimiento de la ruta de regreso, el Tornaviaje, treinta y siete años más tarde.
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(1) Carlos Prieto, op.cit., pp.70-76.
(2) José Luis Martínez, op. cit, p. 81.

sábado, 9 de enero de 2010

La suerte de Saavedra

El gran poder que gozaba Hernán Cortés, como conquistador de México y con el respaldo del emperador para enviar una expedición desde el nuevo reino hasta las islas de la especiería, no fue suficiente para dominar el enorme y turbulento mar del sur. Su pariente Alvaro de Saavedra navegó casi medio año "con la inevitable compañía de enfermos, muertos y el caprichoso humor del océano", dice Fernando Benítez (1). Muy pronto, perdieron dos navíos, el Santiago y el Espíritu Santo, de los que nunca se volvió a saber nada.
Esta expedición de una sola nave, la Florida, tocó algunas islas septentrionales del grupo de las islas Marshall, la actual Utirik-Taka y la Rongelap, en el 12° N. y 169° E, que designó con el nombre de los Reyes, pues llegaron el lunes seis de enero de 1528. Ahí vieron , segun relata, "gente desnuda y barbada, los rostros carlimengos: traían delante de sus naturas cierta cosa de palma menuda, tejida, hechas unas telas a la manera de las nuestras". (2)
Siguieron rumbo a Mindanao, pero en el trayecto murió el piloto y la nave comenzaba a hacer agua.
Otro testigo del viaje, Vicente de Nápoles dice que se les acercó una nave con unos 25 hombres, por lo que Saavedra envió a Pedro Laso para hablar con ellos. Sin embargo el negro de Calicut que llevaban como traductor no pudo entender la lengua que hablaban y los nativos se fueron retrayendo hacia la isla, entre manglares. Los españoles les mostraron dos o tres mantas "de unos paños que se hacen en México, y echamoslos á la mar por el miedo que ellos tenían de nosotros, y desde que ellos tomaron los paños, empezaronnos á hacer la sombaya como se usa en aquella tierra hacer á los Reyes, y nosotros pensabamos que daban gracias á Dios" (3).
La desconfianza entre los españoles y los isleños impidió que hubiera contacto, pero lograron encontrar a un hombre que resultó ser naufrago de la expedición de Loaisa, quien los puso al tanto de la ubicación en que se encontraban "ocho grados al norte de la bada equinoccial", por lo que pudieron retomar el camino hacia el Maluco.
En unas islas cercanas, Candinga y Sarragan, encontraron a dos prisioneros españoles en poder de los locales, por lo que hicieron intercambio para liberarlos y obtener bastimentos como arroz, gallinas, puercos y cabras.
La Florida llegó finalmente a la isla de Tidore el 27 de marzo de 1528, no sin antes haber tenido escaramuzas con los portugueses que merodeaban en la zona. La tripulación comandada por Saavedra fue recibida por el capitán Hernando de la Torre, que había resistido largamente la presión de los portugueses. Compartieron noticias, armas, alimentos y medicinas, con lo que se cumplía de esta forma la misión de Saavedra. De inmediato comenzó la reparación de la nave con el propósito de regresar a la Nueva España. El 3 de junio de 1528 Saavedra salió de regreso a México, con los 30 hombres que le quedaban, más otros españoles que deseaban regresar a Occidente(4).
 
Comenzó aquí otro capítulo de una historia que se prolongó a lo largo de casi todo el siglo XVI: ¿cómo lograr el regreso por la vía del Pacífico?.
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(1) Fernando Benítez. El Galeón del Pacífico. Acapulco-Manila 1656-1815, Gobierno Constitucional del Estado de Guerrero, México, 1992, p. 20.
(2) Fernández de Navarrete, op.cit., p. 469-470.
(3) Relación que presentó en Madrid el año 1534 Vicente de Nápoles sobre los sucesos dela armada de Saavedra que salió de las costas Occidentales de Nueva España al descubrimiento de las islas del Maluco. Archivo de Indias en Sevilla, legajo 1° de papeles del Maluco desde 1519 a 1547. En Fernández de Navarrete, op.cit, pp. 476-186.
(4) José Luis Martínez, op.cit., p 78-79

viernes, 8 de enero de 2010

Arboladura de la nave

Continua el proyecto de lanzar al mar la réplica de un galeón como el utilizado por Magallanes en su viaje alrededor del mundo. La fundación Nao Victoria informa que ayer en el puerto de Huelva se colocaron los últimos palos o mástiles del galeón Santa Lucía, que comenzará a tener las primeras pruebas de navegación en las semanas próximas. Se espera que la nave pueda zarpar desde Sevilla el 28 de febrero, con destino a la exposición Universal de Shanghai 2010.

Al observar la foto, vale la pena imaginar las dimensiones del navío que hace 500 años recorrió el mundo. Aún ahora, la estructura de madera se antoja imponente. Cada palo mide:

Mayor con mastelero y cofa:
Longitud: 43 mt. Diámetro base: 60 cm. Peso: 4.527 Kg.

Trinquete con mastelero y cofa:
Longitud: 37,5 mt. Diámetro base: 50 cm. Peso: 2. 696 kg.

Mesana con mastelero:
Longitud: 28,5 mt. Diámetro base: 50 cm. Peso: 1.585

Bauprés con torrotito y cofa:
Longitud: 21 mt. Diámetro base: 50 cm. Peso: 1.120 kg.


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Más información en:

www.guadalquivirriodehistoria.es

jueves, 7 de enero de 2010

Cortés y el Pacífico

Con el mandato ofrecido por el rey Carlos Quinto en el año 1526 al conquistador Hernán Cortés para que enviara desde México una expedición con rumbo a las islas de las especias, se abrió un nuevo capítulo del despliegue imperial español, que a partir de ese momento tendría como principal punto de acción a la Nueva España. Las primeras iniciativas terminaron en fracasos parciales, pero ofrecieron una perspectiva renovada para continuar la anhelada ruta hacia Oriente.



Cortés escogió la desembocadora el rio Zacatula, entre los actuales estados de Michoacán y Guerrero, debido a la abundancia de madera y productos para la construcción de barcos. Este sería el punto de partida, y de llegada, de lo que en siglos siguientes constituiría la ruta del Galeón de Manila. Habría que reconocer la habilidad del conquistador para localizar un punto tan estratégico y agenciarse los recursos necesarios para su encomienda, pero es también mérito de los pueblos de la región el haberse dedicado de lleno a la construcción de naves, a pesar de que los indicios históricos apenas los mencionan.

En el terreno político, Cortés adquiría con esta oportunidad una enorme fuerza frente a los muchos adversarios que tenía en la corte y en la propia Nueva España. El respaldo real se expresaba en la confianza para que nombrase a personas del círculo de Cortés para comandar dicha expedición y así lo hizo: nombró a un primo suyo Alvaro de Saavedra y Cerón, que salió poco más de un año después, el 31 de octubre de 1527, desde el puerto de Zihuatanejo, en México. Una encomienda de esa magnitud quedaba así en manos de la propia familia de Cortés: Saavedra capitán tendría como veedor (administrador) a Alvaro Saavedra, su hijo probablemente.

La expedición se componía de dos naos, la Florida y la Santiago, y el bergantín Espíritu Santo, con un total de 110 hombres. Saavedra llevaba diversas cartas frmadas por Hernán Cortés para Sebastián Caboto, para el rey de Tidore, agradeciéndole las atenciones que había tenido para Juan Sebastián Elcano. También llevaba instrucciones sobre los propósitos de la expedición: conocer el paradero de las expediciones de Loaisa y Caboto, y de ser posible prestarles auxilio; averiguar la suerte de Gonzalo Gómez de Espinosa y la nao Trinidad; descubrir islas y tierras a lo largo del viaje, sin detenerse en ellas y procurar a su regreso traer algunos ejemplares de las plantas productoras de las especias, así como indicaciones sobre las formas de su cultivo para tratar de adaptarlas en España. En la actualidad eso se llamaría espionaje tecnológico.
...procuraréis con mucha diligencia de saber la orden que los naturales de aquellas partes tienen en cultivar los árboles donde nace la especiería y cada género de especia por sí; y sabido, trabajareis muy disimuladamente de enviar en los navíos algunas plantas en sus botas con tierra o en otra manera que vos os parezca que puedan venir más sanas, para se plantar acá, y dareis cargo a algunas personas que las vengan curando (1)
Supongo que Cortés pensaba en tiestos o macetas para traer las plantas y en cultivadores indígenas, forzados o no, para cuidar de ellas en el viaje de regreso y en la misma España.
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Las lenguas

El historiador mexicano José Luis Martínez analizó con mucho cuidado la documentación relativa a dicha expedición y resalta que las cartas destinadas a los reyes de Cebú y de Tidore, más una tercera sin nombre (casi como "a quien corresponda") fueron escritas en latín. La primera comienza como la Metafísica de Aristóteles: "universal condición es de todos los hombres desear saber, y si en todos esto se verifica, cuanto más en los Principes que Dios hacedor y criador de todas las cosas, por especial provimiento los constituyó en estados notables poderosos."

Apunta el historiador que:
De la isla de Cebú se tenían noticias por el diario de viaje de Magallanes-Elcano donde también se menciona la buena acción que les hizo el rey de Tidore en noviembre de 1521. ¿Cómo pudo conocer Cortés estos detalles que sólo se encuentran en el cuaderno de bitácora de aquella expedición?. También merece notarse, junto a este sorprendente conocimiento, la confusión que entonces se tenía respecto a las distancias aproximadas entre el Nuevo Mundo y las islas del sudeste asiático, ya que Cortés repite que se encuentran muy cercanas.
Lo cierto es que con estas instrucciones queda demostrado el amplio conocimiento que Cortés tenía de cuanto ocurría en Europa (como probablemente fue el texto de Molvccis Insulis, de Maximiliano Transylvanus), sumado a informaciones de primera mano de sus aliados en el viejo continente. Un ojo en la conquista de México y otro en la conquista de Asia.

También es notable -sigue José Luis Martínez- la previsión lingüistica que tiene Cortés, en sus instrucciones a Saavedra Cerón, para que sus carta puedan ser leídas por los reyes de aquellas islas remotas y la idea que tiene de la difusión de las lenguas.
Item: daréis a los señores de la tierra donde llegardes o poblardes las cartas mías que llevaís para ellos, las cuales van escritas en latín, porque como lengua más general del universo, podrá ser, segun haya contratación en esas partes de muchas e diversas naciones a causa de las especierías, que halléis judíos o otras personas que las sepan leer; e no hallandotales personas, hareislas interpretar e declarar a la lengua arábiga que llevais, porque esta creo ue hallareis mas copia por la mucha contratación que con los moros tienen, e si no tuvieren, llevais un indio natural de Calicut: este forzado hallará lengua que le entienda, e por medio della se podrá decir a los naturales de la tierra todo lo que quisieredes.
No puede uno más que maravillarse, como José Luis Martínez: Cortés había hecho traducir a latín las tres cartas a los reyes de las islas; confiaba en los judíos como hombres de muchos idiomas y se había agenciado a un moro como traductor del árabe, y.... a un hindú de Calicut para las lenguas orientales (!¡)

¿Qué hacían en México en 1527 estos personajes?
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(1) Instrucción que dió Hernán Cortés á Alvaro Saavedra Cerón para el viage que había de hacer con el armada a las islas de Maluco (archivo de Indias en Sevilla, legajo sexto de Patronato Real), en Martín Fernández de Navarrete. Colección de los viages y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV.Tomo V. Documentos de Saavedra. Madrid en la Imprenta Nacional, 1837. p. 453.

(2) Idem, p. 459.

(3) José Luis Martínez, Las primera expediciones a Filipinas, en El Galeón del Pacífico. Acapulco-Manila, 1565-1815. Gobierno Constitucional del Estado de Guerrero, México, 1992, pp. 67-89.

La curiosidad de Caboto

Una de las misiones de Saavedra era localizar el paradero de la expedición de Sebastián Caboto, italiano al servicio de España, que el emperador había enviado poco después de la de Loaisa. La flota que se organizó con este propósito había zarpado del puerto de La Coruña el 3 de abril de 1526, compuesta de tres naves y una carabela. Seguía en esencia la misma ruta de Magallanes y de Loaisa, pero la curiosidad de Caboto la llevó a un destino completamente diferente.

La flota llevaba unos 200 hombres, entre los que se encontraban dos tripulantes sobrevivientes de la nave Victoria de Magallanes, Martín Méndez y Miguel de Rodas. Como en la flota de Magallanes, se incorporaron muchos extranjeros: italianos, ingleses, un holandés, un portugués y un alemán.

Caboto dedicó tres años a explorar por el Río de la Plata, en la actual Argentina, por lo que no continuó con la ruta original. De regreso, Caboto fue procesado y declarado culpable y responsable de desacato por un tribunal. Su nombre ha pasado a la historia, manchado por la acusación de traidor y oscurecido en muchas de las crónicas de exploraciones de aquel azaroso inicio del siglo XVI. Carlos V perdonó al marino y le devolvió el cargo de Piloto Mayor. Poco después, Eduardo VI, Rey de Inglaterra le ofreció el mismo puesto en la marina inglesa, a lo que el navegante aceptó.

Ante la duda histórica sobre el valor de los descubrimientos de Sebastián Caboto, la investigadora italiana Ilaria Luzzana Caraci señala que buena parte de la leyenda negra que existe sobre el navegante se debe a una interpretación de historiadores del siglo XIX, embebidos por el sentido nacionalista que dominó muchas de las recopilaciones de viajes.
A causa de la falta de una documentacón suficientemente exhausitva, señala Caraci, y sobre todo digna de fe, las vicisitudes de Sebastián Caboto. como la de otrosnavegantes y exploradores, de la primitiva historia americana, han sido recontruidas a fines del siglo pasado (XIX) basándose en criterios no sólo históricos sino también y ante todo morales, fuertemente condicionados a su vez por prejuicios nacionalistas de aquella época.
Con gran ingenuidad y con escaso sentido histórico, se ha dado así por descontado que Sebastián Caboto y sus contemporáneos pensasen y actuasen como era lógico, moral y patriótico pensar y actuar tres siglos más tarde.
Sebastián Caboto tuvo ante todo la gran culpa de ponerse al servicio de dos grandes potencias marinas, interesadas ambas en una expansión transoceánica y por tanto rivales. Esta rivalidad pesó en los acontecimientos de su vida y aún más en la manera en la que fueron juzgados. Luego, a menudo, éstos fueron intencionalmente envueltos en el misterio, y por esto los documentos que han llegado hasta nosotros logran dar tal vez sólo una imagen distorcionada o parcial.
Aún hoy se habla de las gestas marítimas como producto exlusivo de una nación, desconociendo el hecho de que en ellas participaron personajes provenientes de múltiples nacionalidades o si se quiere, de espacios diversos, antes de que se formara propiamente el concepto moderno de nacionalismo y patria.

Las contribuciones de Caboto, por aproximaciones sucesivas, ayudaron a reconocer los extremos norte y sur del continente americano. Llevó hasta el final de su vida la idea de que existía un Paso del Norte, entre los hielos de la actual Canadá, que conduciría directamente hasta China.
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Ilaria Luzzana Caraci. Navegantes Italianos. Cap. VII. Sebastián Caboto: La esfinge de la historia americana. Ed. Mpfre, Madrid, 1992, pp. 231-255.