Es evidente que cuando las diplomacias castellana y portuguesa mantuvieron conversaciones para modificar la raya de "polo a polo" trazada por el Papa en la segunda bula Inter Caetera, nadie pensó en las consecuencias que la futura línea pudiera tener en el hemisferio opuesto. Aunque era perfectamente conocida la esfericidad de nuestro planeta, la mayor parte de su superficie estaba sin explorar. En 1494 en Europa no se sabía aún nada del continente americano: Colón había llegada a una islas que pensaba eran de Asia, y nada más (2).
Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.
sábado, 26 de septiembre de 2009
La media naranja
martes, 22 de septiembre de 2009
Ternate
domingo, 20 de septiembre de 2009
Islas Molucas
En 1511 llegaron los portugueses, como parte de aquella fulminante expansión portuguesa que habían iniciado dos décadas antes en África e India. En junio de ese mismo año tomaron por la fuerza el centro comercial de Malaca, en la península malaya, y de inmediato Albuquerque envió una misión encabezada por su comandante Antonio de Abreu en busca de las míticas islas de las especias, el famoso Moluco en el archipiélago de la actual Indonesia.
No confundir los dos lugares. El primero era un puerto gobernado por un sultán en tierra firme y el segundo es un conjunto de islas al sur de Filipinas que, por lo intrincado de su localización, los portugueses dieron en llamar el lugar loco o maluco. También era gobernado por un sultán, pero la población era micronesa, no malaya.
La tradición ha mantenido el misterio acerca de la participación de Magallanes en aquella expedición, ya que según el biógrafo español Antonio de Arguensola, el portugués que habría de circunavegar el planeta pocos años depués, en 1519, habría estado en las islas. Lo más probable es que no haya sido así, sino que obtuvo la valiosa información sobre la ruta hacia la especiería y la llevó consigo hasta España, que le financió el viaje para llegar a ellas por la larga ruta del Pacífico (1).
Los otros dos comandantes de la expedición portuguesa fueron Francisco Serrao y Afonso Bisigudo. El primero era sobrino de Magallanes y se quedó a vivir en Ternate donde sirvió como mercenario del sultán Bayan Sirruleh, hasta que murió en condiciones misteriosas en 1521, justo cuando Magallanes era asesinado en Filipinas.
Un hecho conocido es que Francisco Serrao o Serrano escribió a Magallanes cartas que llegaron por la vía portuguesa describiendo la riqueza de las islas, como una especie de El Dorado para cualquier conquistador osado. Aparentemente, Serrao vivió sus últimos años al estilo de un pequeño rey local, una imagen que siguió rondando la imaginación europea en los años posteriores.
Con todo, la presencia portuguesa en la zona concentró de inmediato el recelo de españoles, holandeses e ingleses, que codiciaban el control de la fuente misma de la especiería. Habrían de pasar algunas décadas para poder desplazar a los lusitanos de esa posición privilegiada.
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Charles Corn. The Scents of Eden. Ed. Kodansha America Inc., Nueva York, 1998, pp. 37-55.
martes, 15 de septiembre de 2009
Un mercado oriental 6
domingo, 13 de septiembre de 2009
Una mirada al Parián
Plaza Mayor de México
Un mercado oriental 5
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Un mercado oriental 4
Los Parianes: Manila (1608)
La corrupción y la avaricia de los encomenderos españoles en Filipinas terminaron arruinando en pocos años la riqueza anunciada por el verdor de las islas de San Lázaro, las Filipinas, al final de la ruta del Mar del Sur. Durante quince años la posibilidad de continuar disfrutando del inagotable manantial de miel de palma y leche de coco era poco menos que un espejismo. Cada año se construían hasta diez embarcaciones en el astillero de Cavite, congregando esfuerzos de cientos de trabajadores tagalos, encomendados a través del polo, o “trabajo comunitario”.
Mucho más se podria hacer, quizás hasta cincuenta barcos si fuese necesario; tanta y tan buena es la madera de estas tierras que tardará mucho tiempo antes de que los bosques desaparezcan, decía en sus cartas al Rey de España el gobernador y capitán general de las islas.
Pero la promesa acabó de pronto. La población de risueños y dóciles naturales fue extinguiéndose con preocupante rapidez por las enfermedades y el cansancio. Otros, muy pocos, se fueron a los territorios internos, cimarrones, escapados, fuera de la ley. La selva majestuosa también fue cediendo y fue haciéndose rala, menos generosa. Al cabo de poco, las cartas del siguiente gobernador general de las islas al mismo rey de la España inconmovible cambiaron de matiz: Es necesario hacer un esfuerzo para solventar las economías de esta región.
“Busque nuevas entradas, haga nuevas conquistas” responde Felipe desde el oscuro Escorial.
La entrada es para la geografía lo que al derecho de gentes era la pernada. La entrada es el anuncio oficial de posesión sobre un territorio por conquistar. Pongo mi pie en la playa de una isla que desconozco, la nombro conforme al santoral y hago formal apropiación en nombre del Rey de España. De los naturales me encargo más tarde, de saber la extensión de estas tierras, más tarde. De los problemas de estas gentes, más tarde.
* * *
¡Armas, se necesitan armas¡ ¿Barcos, cuántos tenemos?
Se frotan las manos al pensar en los nuevos repartimientos: miles de chinos que habrán de volverse cristianos y, sobre todo, labrarán la tierra y enriquecerán al Imperio.
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Cuando fracasaron los intentos de conquistar China, absurdos e impracticables, comenzaron los esfuerzos más realistas de mantener la posesión de las islas Filipinas por medio del comercio. El galeón permitió dejar atrás los sueños de espansión en Asia para concentrarse en lo que se tenía a la mano. El Parián se convirtió en símbolo de ese intenso intercambio con un mundo complejo donde los españoles aprendieron a convivir con los extraños. El aroma de las especias, los colores de las sedas y la riqueza de las manufacturas chinas mantuvieron vivo el interés de España en la lejana colonia.