Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

sábado, 24 de octubre de 2009

Una paz precaria 2

Continúa Pigafetta su descripción de las islas Malucco:
Os será sin duda agradable, monseñor, conocer algunos detalles sobre las islas en que crecen los árboles que producen los clavos de especia. Son cinco: Tarenate, Tadore, Mutir, Machián y Bachián.

Tarenate (Ternate) es la principal. El citado rey dominaba casi completamente en las otras cuatro.

Tadore (Tidor), en la que estábamos, tiene su rey propio, así como Bachián. Mutir y Machián no tienen rey; su gobierno es popular, y cuando hay guerra entre los reyes de Tarenate y Tadore, ambas repúblicas democráticas suministran combatientes a los dos partidos. Toda la provincia dode cree el clavo se llama Malucco (Molucas).
En el diario de Pigafetta aparece de nuevo aquel portugués, Francisco Serrao, que se había quedado a vivir en las islas Malucco. En la entrada del 10 de noviembre escribe:
Al llegar a Tadore nos dijeron que ocho meses antes había muerto un tal Francisco Serrano, portugués. Era capitán general del rey de Tarenate, que estaba en guerra con el de Tadore, al que obligó a dar su hija en matrimonio al rey de Tarenate, exigiendo además, en rehenes, a casi todos los hijos varones de los personajes de Tadore.
Con este arreglo hicieron las paces, y del matrimonio nació el nieto del rey de Tadore, Calanogapi, ya mencionado. Sin embargo, el rey de Tadore no perdonó jamás sinceramente a Francisco Serrano, y juró vengarse de él.
Serrano muere envenenado. En efecto, algunos años después Serrano se dispuso un día a ir a Tadore para comprar clavos de especia, y el rey le envenenó con tósigo preparado en hojas de betel, no sobreviviendo más de cuatro días. Quiso el rey hacerle funerales y entierro según los usos del país; pero criados cristianos que tenía Serrano se opusieron. Al morir Serrano dejó un hijo y una hija, nios que tuvo con una mujer con la que se casó en Java. Toda su fortuna consistía en doscientos bahars de clavos de especia.
Invitación de Serrano a Magallanes para venir a Malucco. Serrano fue gran amigo y creo que pariente de nuestro desdichado capitán general, y fue quien le decidió a emprender este viaje, porque durante la estancia de Magallanes en Malaca supo por cartas que Serrano estaba en Tadore donde se podía hacer un comercio ventajoso. Magallanes no olvidó lo que Serrano le escribió cuando el difunto rey de Portugal, D. Emanuel, rehusó a aumentar su sueldo en un testón al mes, recompensa que creía sobrado merecida por los servicios prestados a la corona.
Proyecto de Magallanes. Para vengarse vino a España y propuso a su majestad el emperador ir a Malucco por el Oeste, obteniendo el real permiso.
Diez días después de la muerte de Serrano, el rey de Tarenate, llamado rajá Abuleis, que se había casado con una hija del rey de Bechián, decclaró la guerra a su yerno y le expulsó de su isla. Su hija intervino como mediadora entre su padre y su marido, y envenenó a aquél, que sobrevivió solamente dos días a la ponzoña.
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Antonio Pigafetta, op.cit, p. 232.

viernes, 23 de octubre de 2009

Una paz precaria 1


Antes de concertar el Tratado de Zaragoza, en 1529, las coronas española y portuguesa habían entrado en conflicto por el interés de ambas de controlar las islas de la especiería. Los lusitanos tenían ventaja al dominar la ruta por África y la India, donde contaban con varios puertos para abastecerse en el largo camino. Los españoles en cambio, debían pasar ocultos ante la vigilancia portuguesa o intentar, como lo hicieron repetidas veces, por el lado del Pacífico.

El acuerdo firmado en Zaragoza fue, como hemos visto, una tregua calculada en el despacho de Carlos V, pensada en hábiles términos geostratégicos, pero con muy poco interés de la parte española de mantener su vigencia... al menos hasta que encontraran un método seguro de acceder a la zona. Esto duró prácticamente tres décadas, una generación, que condujo a los españoles a conquistar las islas Filipinas, claramente en la órbita portuguesa.

Detengámonos un poco en las crónicas de marineros y soldados que entraron en aquel conflicto, localizado en el otro extremo de Europa, las islas Molucas, en el extremo oriental del archipiélago indonesio, que estaban dominadas por dos estados indígenas soberanos, Ternate y Tidore, con sus propios conflictos y que exigían tributo precisamente en especias de las poblaciones a su alrededor.

Tres expediciones amparadas por España tenían como propósito llegar y asentarse en las Molucas, dos enviadas desde la península: la de Fernando Magallanes, realizada de 1519 a 1522 y la de García Jofre de Loaisa, entre 1525 y 1526, y una tercera que salió desde la Nueva España, a cargo Álvaro de Saavedra Cerón, sobrino de Hernán Cortés, 1525 a 1526.


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Antonio Pigafetta dejó escrito un diario del viaje de Magallanes alrededor del mundo, que constituye el testimonio más valioso de aquella expedición. Con curiosidad de explorador describe la llegada de los españoles a las ansiadas islas de la especiería, procedentes de Filipinas, del 7 de noviembre hasta 21 de diciembre de 1521, para continuar su travesía de regreso a Europa.

Ya había muerto Magallanes, pero la expedición mantenía su objetivo de afianzar el poder español en un territorio tan desconocido como apreciado. La corona española estaba dispuesta a reclamar ese espacio como si fuera parte del área acordada en el Tratado de Tordesillas, algo improbable debido a la imprecisión del conocimiento geográfico de aquella época.

Dejemos correr la narración de Pigaffeta que nos cuenta con detalle el choque de los imperios portugués y español para encontrarse en el extremo opuesto de Europa: uno, que había llegado por la ruta de África y la India y el otro por el lado del Pacífico. La historia contada en una nuez.
7 de noviembre de 1521. Vemos las isla Malucco. El piloto que cogimos en Sarangani nos dijo que (las cuatro islas) eran las islas Malucco. Dimos gracias a Dios, y en señal de regocijo disparamos toda la artillería. No debe extrañar nuestra gran alegría al ver estas islas, si se tiene en cuenta que hacía veintisiete meses menos dos días que corríamos los mares y que habiamos visitado una infinidad de islas, buscand siempre las Malucco.
Impostura de los portugueses. Los portugueses han propalado que las islas del Malucco están situadas en un mar innavegable a causa de los arrecifes que se encuentran por todas partes y de la atmósfera nebulosa y empañada de espesas nieblas; sin embargo, es todo lo contrario, y nunca, hasta las mismas Malucco, hubo menos de cien brazas de agua.
8 de noviembre de 1521. Llegada a Tadore. El viernes 8 de noviembre, tres horas antes de la puesta del Sol, entramos en el puerto de una isla llamada Tadore. Anclamos cerca de tierra, con veinte brazas de agua, y disparamos toda la artillería.
9 de noviembre de 1521. Visita del rey. A la mañana siguiente vino el rey en una piragua y dio vuelta en torno de nuestro navíos. Salimos a su encuentro en las chalupas para testimoniarle nuestro reconocimiento; nos hizo entrar en la piragua y nos colocamos a su lado. Estaba sentado bajo un quitasol de sed, que le cubría enteramente. Delante de él, en pie, un hijo suyo llevaba el ctro real; dos hombres con sendos vasos de oro llenos de agua para lavarse las manos, y otros dos con dos cofrecillos dorados de betre (betel).
Acogida del rey. Cuando supo quiénes eramos y el objeto de nuestro viaje, nos dijo que él y todos los pueblos tendrían gran alegría siendo amigos y vasallos del rey de España; que nos recibiría en su isla como a sus propios hijos; que podíamos bajar a tierra y estar en ella como en nuestras casa; y que, por amor a nuestro soberano, era su voluntad que desde aquel día en adelante dejase el nombre de Tadore y tomase el de Castilla.
Por lo que se puede observar, el rey cumplía cuidadosamente con un protocolo necesario para protegerse de la amenza de los españoles. No existía en sus acciones ninguna ingenuidad, luego de haber convivido con los portugueses por más de una década, prefirió generar confianza en los recién llegados. El domingo 10 de noviembre tuvieron una segunda entrevista en la que se mostró la curiosidad del rey.
Nos preguntó cuáles eran nuestros sueldos y qué ración nos daba a cada uno el rey de España. Satificímos su curiosidad. Nos rogó también que le diésemos un sello del rey y un estandarte real, pues quería, según dijo, que tanto su isla como la de Tarenate, en la que se proponía proclamar rey a su sobrino Calanogapi, fuesen en adelante tributarias del rey de España, por quien en lo futuro combatiría, y que si por desdicha sucumbiese a sus enemigos, iría a España en uno de sus barcos, llevando consigo el sello y el estandarte. Nos rogó en seguida que le dejáramos algunos de los nuestros, que le serían más preciados que todas las mercancías, las cuales -añadió- no le recordarían tanto tiempo como los hombres al rey de España y a nosotros.
Viendo nuestra prisa por cargar los navíos con clavos de especia, nos dijo que los de la isla no estaban bastante secos para nuestro objeto y que los buscaría en la isla de Bachián, en donde esperaba encontrar cantidad suficiente.
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Antonio Pigaffeta. Viaje alrededor del mundo, traducción al castellano de Federico Ruiz M., Espasa-Calpe Argentina S.A., 1941. Texto íntegro incluído en La primera vuelta al mundo, Magallanes, Elcano y el Libro Perdido de la Nao Victoria, Academia Colombiana de Historia, Plaza & Janés, segunda edición, Bogotá, 1988, pp. 230-245.

sábado, 17 de octubre de 2009

El Tratado de Zaragoza


El 22 de abril de 1529 se firmó un acuerdo entre las coronas portuguesa y española para reordenar la propiedad sobre los territorios en Asia. Con la firma de Don Joao III y Carlos V se estableció en el Tratado de Zaragoza una línea de demarcación de polo a polo de las "posesiones" de ambos imperios en Asia.



La forma rudimentaria de medir esta línea se hizo con conocimientos imprecisos acerca de la localización de los territorios; tres siglos antes de que se pudiera medir la longitud o distancia que existe entre cada meridiano.

El Tratado dispone el trazo de una línea imaginaria de polo a polo, a partir del 19° hacia el Noreste por el Este desde las Molucas. Esa línea concedia a Portugal en términos reales, obviamente desconocidos en ese momento, una longitud de 187° frente a los 173° de España. Más allá de esa demarcación el soberano español no podía afirmar su dominio, ni comerciar, ni navegar.

Se estableció una cláusula de salvaguardia en caso de que los científicos futuros establecieran nuevos parámetros y las Molucas estuvieran más allá de la línea antimeridiano (la antípoda de Brasil) el tratado perdería su vigencia. Podría hablarse más bien de una hipoteca, donde España reconoce el dominio portugués sobre aquellas islas.

En términos monetarios, la corona portuguesa pagó 350,000 ducados, una cifra menor a la exigida originalmente por España, por un millón de ducados. En términos políticos, la corona española ganó tiempo para sus planes de expansión en Asia, como lo demostró cuatro décadas más tarde, con la expedición de Legaspi-Urdaneta en 1564-65.

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Este acuerdo fue antecedido por diversos momentos de choque entre ambas coronas en el ámbito asiático, comenzando con la llegada de la armada de Magallanes a las islas de la Especiería, donde ya estaban instalados los portugueses. Esta situación hizo comprender a los españoles (o al menos a los administradores de la corona en España) que no podrían superar a los portugueses en la región sin antes garantizar una vía de acceso desde el Pacífico. Por ello resulta interesante asomarnos a las crónicas de aquellos viajeros, como Magallanes, pues nos permitirá comprender la visión que tenían los ibéricos del conjunto del mundo.

El Tratado de Zaragoza encierra varios elementos de importancia estratégica, pues en los hechos se consuma como el primer tratado europeo sobre el Pacífico. Como se ha mencionado, es el reconocimiento implícito de España de la serie de fracasos en la expediciones para acceder a las islas de la especiería tanto desde Europa como de América.

Más aún: el Tratado representa el hecho histórico de que Carlos V puso en la balanza su visión geoestratégica como emperador, más que como rey de España: sacrificó a las Molucas para mantener su poderío global y el equlibrio de sus enormes gastos en las guerras europeas del siglo XVI con Holanda, Inglaterra. En cuanto al rey de Portugal, el acoso de la piratería francesa en contra de los bastiones portugueses en Brasil y Guinea también le impulsaban a llegar a una tregua con su vecino español.

Según Diaz-Trechuelo se tomaron en consideración diversos elementos de la política europea para firmar este tratado:
  • La unión en los hechos de las coronas española y portuguesa por medio del matrimonio de Carlos I de España con Isabel de Portugal, celebrada el 11 de marzo de 1526 "al reforzar los lazos familiares que unían a las dos Coronas, creó un ambiente propicio al acuerdo en el espinoso tema de las Molucas". Estos vínculos de sangre serían utilizados una generación más tarde con la absorción de Portugal por España, bajo el reinado de Felipe II, como veremos más adelante.
  • Para el emperador español la tregua con Portugal aliviaba las presiones a las que era sometido por muchos de sus rivales en el resto de Europa.
  • En el primer cuarto del siglo XVI era evidente que la ruta del Pacífico tendría demasiadas dificultades y no era posible competir en ese momento con los portugueses, que habían logrado reunir ventajas en el conocimiento marítimo, comercial y militar en sus propios dominios asiáticos. Esto fue cierto hasta el descubrimiento de la Tornavuelta en la segunda mitad del dieciseis, gracias al viaje de Legapi-Urdaneta.
De esta forma, las Molucas comenzaron a desvanecerse en el escenario del Pacífico, para regresar al ámbito del comercio del océano índico, a su filiación asiática. Los portugueses continuaron con su propósito de dominar el comercio, principalmente de especias, en la región hasta que llegaron los holandeses e ingleses.

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O.K. Spate. The Spanish Lake.

Lourdes Díaz-Trechuelo. El Tratado de Tordesillas y su proyección en el Pacífico, Universidad de Córdoba. Revista Española del Pacífico, No. 4, año 1994. Consultada el 25 de septiembre de 2009.

jueves, 8 de octubre de 2009

Arte portugués en Asia

Un espléndido ejemplo del impacto que tuvo la presencia portuguesa en Asia. Un frasco de laca, con incrustaciones de oro y plata, hecho en Japón a finales del siglo XVI, del periodo Momoyama.

Los personajes son obviamente los extranjeros de bombachas.

Copa hecha con cuerno de rinoceronte, de origen Chino, pero probablemente elaborado en la India a fines del siglo XVI o principios del XVII.

Un plato portugués de plata con motivos martítimos.


Piezas que formaron parte de la exhibición Encompassing the World, presentada por el museo Smithsonian en Washington, provenientes de museos en India y Holanda.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Abarcando al planeta


Acaba de cerrar su puertas en Washington una exhibición dedicada al despliegue del poder marítimo de Portugal en los siglos XVI y XVII. El museo Smithsonian inauguró el 14 de junio esta esplendida muestra que confirma la presencia de la pequeña nación europea en los mares de África, Asia y América en aquellos siglos de descubrimiento.


Conjunta piezas provenientes de diversos museos, que tienen mucho qué ver con la presencia portuguesa en lugares tan diversos como el Congo, con sus marfiles; los astrolabios usados en la corte Qing de China; trabajos de plumería en Brasil; tallas en cristal de roca de Sri Lanka; filigrana en perla del reino Moghul, en la India; lacas y biombos japoneses; tallados portugueses de tamaño natuural de ángeles y santos.

La exhibición se organiza en forma de un recorrido geográfico de continente a continente, acompañando a los exploradores portugueses que expandieron el precoz imperio: de Vasco da Gama que circundó África a Pedro Álvarez Cabral, quien llegó casi por casualidad a Brasil.

Para aquellos que estamos en otras latitudes, vale la pena echar un vistazo a través de internet en dos sitios muy buenos:

El diario Washington Post y el sitio interactivo del propio museo.

Espero que lo disfruten.

lunes, 5 de octubre de 2009

El mundo en una nuez 3

Nuevos esfuerzos españoles por alcanzar las islas de las especierías en el siglo XVI.

1542. Sale de puerto de Navidad (Jalisco, México), el 1 de noviembre de 1542, una expedición al mando de Ruy López de Villalobos, que descubrió, antes de llegar a las Filipinas, las Islas de Revillagigedo, el archipiélago de las Marshall (Islas de los Jardines), las Carolinas (Matalotes) y las Palaos (Islas de los Arrecifes y Málaga).

1564-1566. Parte del puerto de Navidad (México) el 21 de noviembre de 1564, la expedición de Miguel López de Legazpi con destino a las Islas Filipinas, dependeintes desde entonces del virreinato de México. Va como cosmógrafo de la expedición el veterano Andrés de Urdaneta, padre agustino, avecindado en México y que había hecho, en 1526, la segunda vuelta al mundo tomando parte en la expedición de Loaisa.

1567. Sale del Callao la primera expedición al mando de Alvaro de Mendaña y Neyra a las Islas del Sur. Descubren el archipiélago de las Islas Salomón y llegan de regreso a Acapulco por la ruta de Urdaneta.

1574. Juan Fernández, avezado marino, que hacía viajes entre Lima y Valparaíso (y que había llegado hasta la Isla de Chiloe en el paralelo 43°), acierta con la ruta velera que acortó en mucho la travesía entre ambos puertos, alejándose de la costa, contra la costumbre de muchos años. De ese modo evitó los vientos reinantes del sur y del sureste y la fuerte corriente de Humbolt y logró acortar a un mes la navegación de norte a sur, que antes se hacía en no menos de tres y hasta seis y nueve meses. Al hacerlo así por primera vez, descubre las Islas de San Félix y San Ambrosio a los 25° 30´ latitud sur. Poco después, navegando de Valparaíso a Concepción, Isla Más Afuera e Isla Más a Tierra. Es en la última de estas islas en donde vivió Robinson Crusoe, es decir, el marinero escocés Alejandro Selkirk, personaje de la famosa novela de Daniel Defoe.

1578-1579. Francis Drake, corsario y pirata inglés, inició su viaje alrededor del mundo el 13 de diciembre de 1577. Partió de Plymouth con la ayuda de la reina Isabel. Pasó el estrecho de Megallanes entre agosto y octubre de 1578. Siguiendo hacia el norte por la costa del continente americano asalta y pilla cudades y barcos que encuentra en su recorrido. Llega a la Alta California, que el llama la Nueva Albión, y desde el cabo Mendocino comienza la travesía del Pacífico que realizó en sesenta y ocho días. Es el único navegante europeo, no oriundo de la Península Ibérica, que navegó por ese Océano en el siglo XVI. Terminó su viaje de circunvalación en Plymouth en septiembre de 1580. La reina Isabel participó en el botín con que llegó Drake (se dice que recibió cuarenta y siete veces lo que había invertido) y ennobleció al navegante armándole caballero y convirtiéndole en Sir Francis.

1579-1580. Pedro Sarmiento de Gamboa, cosmógrafo y marino de renombre universal, al frente de una expedición, organizada por el virrey de Perú, don Francisco de Toledo, reconoce la parte meridional del continente americano y levanta minuciosos mapas del estrecho de Magallanes y de sus diversas bocas y canales.

1595. Segunda expedición de Mendaña y Neyra desde el Callao (puerto de Lima, Perú), descubriendo las Islas Marquesas y la de Santa Cruz, donde fallece el Capitán General. Queda a cargo de la expedición su esposa Isabel Barreto, quien llega a Filipinas.

1587-1602. Por indicaciones de los Virreyes de la Nueva España se llevaron a cabo nuevos reconocimientos y exploraciones en las costas de la Alta California, con la finalidad de encontrar puertos de abrigo que sirvieran para dar asistencia y reparaciones a las embarcaciones y a los pasajeros que regresaban de las Islas Filipinas.

Estas expediciones estuvieron a cargo de Pedro de Unamuno, de Sebastián Rodríguez Cermeño y de Sebastián Vizcaíno, habiendo llegado este último a reconocer detalladamente, levantando las cartas correspondientes, desde el Cabo San Lucas en la Baja California, hasta el Cabo Blanco en el actual Estado de Oregón (EUA).

1606. Pedro Fernández de Quirós, ex navegante de la Nao de Acapulco y de la segunda expedición de Mendaña, dirige una navegación por el Pacífico y descubre el archipiélago de las Nuevas Hébridas. Pasa por Manila y regresa a México (puerto de Acapulco) siendo la ruta del galeón de Manila descubierta por Urdaneta en 1566.

El compañero de Quirós, el gran piloto Luis Váez de Torres, separado de la nao capitana por azares de la navegación, topó con la costa nordeste de Australia, la reconoció hasta el Cabo York y el Golfo de Carpantería y atraviesa el estrecho que Cook en 1770 habría de llamar Estrecho de Torres.
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Carlos Prieto, op.cit., pp.156-157.




domingo, 4 de octubre de 2009

El mundo en una nuez 2

Seguimos con la bitácora de Carlos Prieto sobre hechos sobresalientes del descubrimiento y exploraciones realizadas desde el Pacífico en busca de la fuente de las especias.

1522-1539. En estos años, auspiciadas casi todas ellas por Pedrarias (Pedro Arias Dávila), gobernador del Darién, se hicieron expediciones que tuvieron como resultado el reconocimiento de la costa occidental del Continente entre el Golfo de San Miguel (Panamá), hacia el Norte, hasta el Golfo de Tehuantepec (México), así como el gran lago de Nicaragua, que fue explorado detenidamente para ver de encontrar la comunicación entre el Pacífico y el Atlántico.

1522-1532. El mismo incansable gobernador del Darién, Pedrarias, se ocupó de que se reconociese la costa sur de Panamá, y esto lo hizo primeramente Pascual de Andagoya, por la costa de Colombia, hasta el rio de San Juan, que remontó, y más tarde Francisco de Pizarro y Diego de Almagro llegaron por mar hasta Tumbez, conquistando después por tierra el Imperio Inca.

1525. Tratando de sostener su dominio en las Islas Mollucas, el rey don Carlos organiza otra expedición, al mando de García Jofre de Loaisa, en 1525, con Juan Sebastián de Elcano como piloto mayor y en donde aparece por primera vez el joven Andrés de Urdaneta, que habría de desempeñar tan importante papel de cosmógrafo en futuras travesías del Pacífico.

Esta expedición llegó también a las Molucas y volvió a España con solamente ocho hombres, en una nave, de los cuatrocientos hombres y siete naves de que se componía la misma. Regresaron también por el Cabo de Buena Esperanza, realizando la segunda vuelta al mundo. Antes de llegar a las Molucas, pasaron por la Isla de San Bartolomé, de las Marshall, por las de los Ladrones, por las Filipinas (Mindanao) y por las Célebes.

1527. Por instrucciones del Emperador, Hernán Cortés organizó una expedición con destindo a las Molucas.

Esta expedición salió del puerto de Zihuatanejo (México) el 31 de octubre, al mando de Alvaro de Saavedra, rumbo al Oeste y , pasando por las Islas Carolinas y las Marianas, llegó a las Filipinas y a las Molucas.

En un primer intento por regresar a México (1528) descubrió la costa norte de Nueva Guinea, las Carolinas orientales (Isla de Ruk) y, en el segundo intento (1529) las que llamó de los Pintados (también de las Carolinas).

1532- 1543. El Virrey de México, don Antonio de Mendoza, organiza una serie de expediciones por el litoral occidental de la Nueva España que dan como resultado reconocer toda la costa desde Acapulco hasta la desembocadura del rio Colorado en el fondo del Golfo de Cortés; las dos costas de la Baja California; y, a cargo de Juan Rodríguez Cabrillo, la costa de la Alta California hasta más allá del Cabo Mendocino (42° 30´ latitud Norte).

1537. Sale del puerto de Paita (Perú) una expedición al mando de Hernando de Grijalva (enviado por Hernán Cotés desde México a solicitud de Francisco Pizarro), que recorre a lo largo de la línea equinoccial más de 5 000 millas. Durante esa navegación pasaron por la Isla Acea (que se identifica con la Isla Christmas), por la Pescadores (una de las Gilbert), habiendo llegado a una isla frente a la Nueva Guinea.
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Carlos Prieto, op.cit.

sábado, 3 de octubre de 2009

El mundo en una nuez 1

A fin de contrarrestar el avance portugués en Asia, la corona española intentó de muchas maneras penetrar en la región, primero desde Europa (por medio del intrépido viaje de Magallanes) y después desde tierras americanas, principalmente desde la Nueva España.

La fiebre producida por el interés de conquistar la fuente misma de las especierías había dominado a toda una generación desde la época de Cristobal Colón y estaba en el espírtu de los monarcas españoles, de sus científicos y eruditos, y de aquellos generales y misioneros que en las tres primeras décadas del siglo XVI habían conquistado América. No satisfechos con lo que tenían, su interés inocultable era llegar y dominar las míticas islas de las especias.

En las próximas entregas navegaremos por aquellos planes y expediciones, tal como quedaron plasmados en diarios de viaje, ordenanzas reales emitidas desde España, cartas de relación y tratados suscritos por los poderes europeos para recomponer a su favor el tablero internacional. Lo curioso de todo ello es que la lejanía y el desconocimiento de la fuente de las preciadas especias fue parte fundamental del enfrentamiento entre potencias europeas, muy al estilo de lo que ahora vivimos con el caso del petróleo y otras materias primas en nuestra época.

El mundo se simplifica en la mente de los poderosos, como si fuera una nuez, y así fue vista esa región al inicio del seiscientos. Ambición e incertidumbre como factores principales del diseño estratégico del control mundial.

En ese período, el emperador Carlos V, heredero del enorme Sacro Imperio Romano, aprendió y logró dominar las reglas del juego, atacando desde distintos flancos a los portugueses y después tratando de controlar a holandeses e ingleses. Prevaleció en él su responsabilidad como soberano europeo incluso por encima de su papel de rey de España, por lo que realizó repliegues tácticos para consolidar su poder global, como la firma en 1529 de los Tratados de Zaragoza, que concedieron el control de las islas Molucas a la corona portuguesa, tal como veremos más adelante.

El intenso choque entre Portugal y España en las antípodas de Europa

Será muy util para el propósito que nos ocupa, recoger un resumen elaborado por Carlos Prieto, padre del gran músico y escritor mexicano del mismo nombre, quien escribió un breve y suculento libro con este tipo de reflexiones, y en el que se puede observar el empuje pertinaz de los españoles por alcanzar el continente asiático (1).

1513. Vasco Núñez de Balboa, con sesenta y siete compañeros -entre ellos Francisco Pizarro-, contempla por primera vez el Pacífico, el 25 de septiembre de 1513, al que denomina la Mar del Sur.

1519-1522. Primera vuelta al mundo por la expedición de Magallanes, consumada por Juan Sebastián de Elcano. La expedición zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519, con doscientos sesenta y cinco hombre y cinco naves, para que llegase a las Molucas. Salieron del Pacífico a través del estrecho que lleva su nombre (52° latitud Sur y 70° longitud Oeste), habiendo llegado cien días después a la rimera isla habitada, la Isla de Guam (12° latitud Norte y 145° lngitud Este) hasta tocar con las islas Filipinas.

Magallanes fue muerto en las Filipinas por los naturales, pero la expedición continuó, llegando a la meta que se proponía: las Islas Molucas. Reducida la flota a dos naves, la Trinidad y la Victoria, se quedó la primera en las Molucas, y la Victoria , al mando del vascongado Juan Sebastián Elcano, el 6 de septiembre de 1522, con dieciocho hombres, lográndose así por primera vez la vuelta al mundo.
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Carlos Prieto. El Océano Pacífico: Navegantes españoles del siglo XVI. Alianza Editorial, Madrid. Segunda edición en "El libro de Bolsillo", 1984. pp 152-157.